Erróneamente se atribuye al científico Albert Einstein la frase: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”. En realidad, fue la escritora Rita Mae Brown, quien en su novela “Sudden Death” (Muerte súbita, en español), de 1983, quien escribió que: “Desafortunadamente, Susan no recordaba lo que dijo una vez Jane Fulton. ‘La locura es hacer lo mismo una y otra vez, pero esperando resultados diferentes’”.
Más allá de quien haya sido su autor, la afirmación entraña una verdad aceptada universalmente. O casi, ya que Cristina insiste en reiterar las mismas estrategias y tácticas de siempre, aunque con el tiempo sus resultados resulten cada vez más decepcionantes.
En su columna de este viernes,Marcelo Bonelli afirmó que Javier Milei y Cristina Fernández mantienen una «sórdida, pero concreta, negociación sobre el futuro de la Corte Suprema». Y precisó que «Entre ambos no hay contacto directo, pero la comunicación se concreta a través de emisarios: Wado de Pedro por el kirchnerismo y el poderoso Santiago Caputo por la Casa Rosada».
«Ambos están en contacto permanente», continuó. Y confirmó lo que ya había adelantado Realpolitik: que «discuten y negocian ampliar la Corte a siete miembros. Los dos también debaten cubrir otros cargos. Entre ellos, el futuro Procurador». Propuesta que habría acercado «la propia Cristina». La negociación abrió una verdadera “caja de Pandora”, ya que la ex presidenta quiere «cobrar caro» su eventual apoyo a las postulaciones de Lijo y García-Mansilla.
«Cristina tiene una delirante propuesta y pretende ubicar en el máximo tribunal a su preferido político: aunque cueste creerlo, Wado De Pedro quiere integrar una Corte ampliada. Hasta ahora Santiago solo escuchó. No se comprometió a nada. Insiste en aprobar la propuesta dupla de jueces», concluyó Bonelli.
La negociación incluye, además, un pacto entre ambos, en el que Cristina pretende que el gobierno frene el avance de las causas judiciales en su contra, a cambio de garantizar que sus legisladores no se sumarán a una eventual iniciativa de juicio político contra Milei, una iniciativa que resulta atractiva para un peronismo no cristinista cada vez más cercano a la vicepresidenta Victoria Villarruel.
La nota de Bonelli mereció una contundente desmentida de parte del senador nacional Eduardo “Wado” de Pedro, quien además cuestionó al Frente Renovador de Sergio Massa por la continuidad de varios cuadros de ese espacio en la actual gestión.
“Quiero desmentir las afirmaciones en Clarin del periodista Marcelo Bonelli. No soy candidato a la Corte Suprema ni nada parecido. Tanta creatividad me sorprende. Tampoco hay funcionarios kirchneristas en el gobierno de @JMilei . Si alguno continúa en el cargo, tal vez deberían consultar al Frente Renovador.”
El explosivo posteo de De Pedro hizo estallar las redes sociales y permitió confirmar que la alianza entre Cristina y Sergio Massa está estallada. El operador político macrista Eduardo Feinmann publicó en su cuenta de X: “Wadito… wadito… ministro de alberto. Jefe de campaña de massa … ¿te quedaste calentito?”
El colapso de Unión por la Patria se había adelantado días atrás, cuando Mariano Recalde sostuvo que el candidato presidencial de Cristina había sido “Wado”, por lo que su derrota no debía computársele al cristinismo, a pesar de que él haber sido el jefe de Campaña de Sergio Massa. Unas pocas horas atrás, la senadora Anabel Fernández Sagastil –la vocera preferida de la ex presidenta- sostuvo en una entrevista que la estrategia adecuada, de cara a las elecciones del año próximo, consistía en levantar y empoderar a un candidato propio del cristinismo, y dejar que el resto de las fuerzas del panperonsimo decidieran si acompañarlo o no. Es decir, replicar la apuesta de Unidad Ciudadana de 2017, cuando Cristina terminó imponiendo su candidatura. El problema que parece ignorar es que, en aquellas elecciones, cayó derrotada en la Provincia de Buenos Aires por Esteban Bullrich.
Tal como siempre lo hace, Cristina subordina las políticas del conglomerado de fuerzas que ocasionalmente la respalda a sus intereses personales. Claro está que, en el presente, su situación se encuentra muy deteriorada respecto del 2017. La “década ganada” concluyó en 2015, y la asociación que hace la mayoría de los argentinos –sobre todo los más jóvenes- es su desempeño como vicepresidenta del espantoso gobierno de Alberto Férnandez. A esta altura, su imagen ha caído considerablemente, y en su enfermizo afán de construir un liderazgo sin contrapesos debe lidiar con el peronismo de los gobernadores y el no cristinista, el Frente Renovador y con el gobernador Axel Kicillof, su Frankenstein sobre el que ha perdido el control.
En la actualidad, y después de varios años de disputa entre Máximo y Axel, el “heredero” designado por la ex presidenta es “Wado” de Pedro, a quien pretende imponer como miembro de la Corte Suprema y como Titular del PJ Nacional o, de no poder hacerlo, de la Provincia de Buenos Aires. Cristina quiere fueros y una confirmación de su liderazgo, por lo que no se descarta que encabece las listas provinciales para enrostrarles a sus competidores internos su vigencia. El inconveniente es que no estamos en 2017 y que su intermitente intervención política ha desgastado su figura. De hecho, ya no consigue mantener sobre ascuas al país con sus apariciones, ni tampoco provoca coletazo alguno cuando estas se producen.
Su tradicional rencor la conduce a imaginar las mil maneras de hacerle pagar caro a Axel su emancipación política, y a insistir en disciplinar al resto de un pan peronismo que desprecia para imponer nuevamente su “dedazo”. Pero el dedo de Cristina ha perdido gran parte de su poder, después de haber favorecido a Daniel Scioli y a Alberto Fernández. Lo peor es que ni ella ni sus adoradores se hacen cargo de sus errores, pero que la inmensa mayoría de los argentinos los tiene demasiado presentes.
La otra cuestión que el cristinismo de pura cepa parece no considerar es que, en el estado actual de descomposición de la coalición que gobernó entre 2019 y 2023, el resto de sus componentes `podrían optar por presentar listas propias, o bien alinearse con otras fuerzas o actores políticos. Tampoco se evalúa el costo que podría llegar a implicar lo que las encuestas reflejan, y que El Destape ha sacado a la luz: que “Los votantes de Massa ven al peronismo muy pasivo y desorientado”. La atomización de la oferta electoral de la (¿ex?) UxP podría terminan en un catastrófico fracaso.
Si bien falta mucho aún para la confección de las alianzas electorales, las elecciones para la presidencia del PJ están a la vuelta de la esquina, y quien tiene todos los números puestos para imponerse es el gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, quien en los últimos tiempos ha incrementado su exposición pública en compañía de Axel Kicillof. De esa coincidencia podría surgir una proyecto nacional y una fórmula electoral. Por esos días, el riojano incrementa con paciencia y en silencio sus vínculos políticos con actores cada vez más hastiados del maltrato al que los somete el gobierno de Javier Milei. Se trata de un arco muy heterogéneo que va de Martín Lousteau a Rogelio Frigerio, para desazón de Cristina.
Tanto la ex presidenta como Mauricio Macri siguen imaginando el tablero político en los términos de la grieta que los confrontaba y les garantizaba protagonismo absoluto. Pero el inevitable paso del tiempo ha convertido esa confrontación frontal en otra muy diferente, mediatizada por Javier Milei. Con amenazas y actitudes de buena voluntad ambos pretenden seducirlo para obtener su favor y perjudicarse mutuamente. La dura realidad marca que hoy es el libertario quien tiene la lapicera, un recurso formidable que hasta permitió evitar que un impresentable como Alberto Fernández le pusiera límites a quien le debió su llegada a la primera magistratura.