Durante su campaña electoral, uno de los temas preferidos por Javier Milei para musicalizar sus apariciones fue “Se viene el estallido”, de la Bersuit Vergarabat. No podría haberlo elegido mejor: a los 9 meses de su gobierno, los espacios tradicionales de la política argentina han volado por los aires.
Literalmente no encontramos una sola fuerza política de relevancia, a excepción de pequeños espacios muy ideologizados, como la izquierda o la Coalición Cívica, que no se hayan atomizado y adoptado posiciones contrapuestas en su relación con el gobierno nacional. Tanto el tratamiento de la Ley Bases como la respuesta al veto a la modesta mejora en las jubilaciones han fracturado una vez más a un radicalismo que, desde hace años, ha perdido el rumbo, y se parece más a una agencia de colocaciones que a un partido político con un programa definido. En UxP, gobernadores como Jalil o Jaldo se vendieron en el mercado persa, en tanto el PRO se desgarra entre el apoyo a Milei, a Macri o a Patricia Bullrich. El peronismo no cristinista se ilusiona con encontrar el Victoria Villarruel el liderazgo de recambio para sustituir su devaluación que ya lleva casi dos décadas; y ni qué decir de la propia LLA, que pese a detentar el oficialismo no ha dejado de desgarrarse en los pocos meses que lleva de gestión.
Con las coaliciones políticas pasa algo muy similar: UxP y JxC prácticamente se han esfumado, con cruces letales y cortocircuitos permanentes. En este último caso, apenas si subsiste un leve vínculo entre los gobernadores del PRO y del radicalismo.
La centralidad política de Javier Milei ha arrasado la grieta que durante una década y media confrontó a Cristina Fernández y Mauricio Macri. Conscientes de su pérdida de relevancia, ambos ex presidentes han coincidido en adoptar una estrategia de amor-odio con el libertario, para tratar de recuperar su perdido protagonismo de otrora. La ex presidenta aparenta confrontar con Milei para tratar de redefinir una nueva grieta política entre ambos, pero en realidad fortalece a un gobierno nacional que sobrevive pese a su indisimulable carencia de experticia. Cristina precisa de Milei para tratar de disciplinar a su interna, y el presidente para alentar los temores sobre un eventual –aunque imaginario- retorno del cristinismo. Por eso ella no deja de aclarar que Milei debe terminar su gestión porque lo votó la ciudadanía: lo necesita en su cargo para confrontar, y así impedir el surgimiento de un liderazgo que pueda reemplazar el propio.
En cambio Macri, quien afirma coincidir en los objetivos aunque no en los procedimientos del gobierno de Milei, naufraga entre el apoyo y la conspiración para desplazarlo. Sabe que si al libertario le va bien le absorberá su partido y a sus votantes definitivamente, y que si le va mal se lo verá como corresponsable del fracaso. Paradójicamente Cristina es la principal garante de la gobernanza de Milei, enfocando sus cañones sobre la vicepresidenta, mientras que Macri ve en Villarruel una alternativa para acceder al cogobierno.
En estas condiciones, la escena política no deja de desarticularse. En el radicalismo ya son varios los que plantean una expulsión de quienes se expresen en favor de mantener el veto presidencial. En LLA, la desplazada Lourdes Arrieta afirma que votará en contra del veto. En UxP, los diputados de Jalil y de Jaldo dudan entre ausentarse para no dar quórum o votar en favor del veto. Y en el cristinismo, los intendentes camporistas Mayra Mendoza y Julián Álvarez han llevado a la justicia sus reclamos contra el “axelista” Jorge Ferraresi por la administración del puerto Dock Sud.
El cuadro de situación confirma sobremanera que la elección de “El Estallido” como tema de campaña resultó premonitoria, aunque sumamente riesgosa. El gobierno sobrevive apelando a los peores ´procedimientos de “la casta”, y hace rato que ha pasado a formar parte de ella. Claro está que, en la medida en que siga insistiendo con sus políticas de destrucción de la economía argentina y de empobrecimiento de sectores cada vez más amplios de la sociedad corre un riesgo que está presente en la letra de esa misma canción: “Se viene el estallido
De mi guitarra, de tu gobierno también”.