La disparada en la cotización de los dólares paralelos de los últimos días del año fue frenada por el gobierno recurriendo a dos herramientas principales. Una ya utilizada por muchos de sus antecesores: la intervención en el mercado informal inyectando títulos y divisas. La otra se relaciona con las ilusiones a las que suele recurrir LLA: la afirmación de que no es necesario recurrir a una devaluación, ya que la proyección oficial es que, para 2030, la Argentina llegará a los U$D 30 mil millones de exportaciones de petróleo y gas, a los que se sumarán otros U$D 20 mil millones provistos por la minería.
Tal como sucede de manera habitual, esos escenarios utópicos que dibuja el gobierno contrastan con la realidad cruda y dura. El CEO de Tecpetrol (Grupo Techint), Ricardo Markous, salió a aclarar que, para alcanzar esa meta, se necesitan U$D 19.000 millones de inversiones anuales, un monto muy distante de los U$D 8000 millones que previstos para los próximos 6 años, incluidos los U$D 2500 millones anunciados por la mayor inversión que ha registrado hasta ahora el RIGI.
En el mercado hay convicción respecto de que el dólar experimenta un importante atraso, y que, en vista de los números disponibles para los nuevos emprendimientos extractivistas, la devaluación sería inevitable. La otra canilla en la que confía el gobierno para tratar de evitarla es un préstamo del FMI bajo los buenos auspicios de Donald Trump, que habilitaría además a salir a tomar otros en la banca privada y diversos organismos crediticios oficiales, contando con la drástica disminución del riesgo país que viene confirmándose en las últimas semanas. Pero los números de ese eventual nuevo préstamo del Fondo son acotados, ya que no iría más allá de los U$D 10.000 millones, una cifra que apenas permitiría compensar el rojo en las reservas del Banco Central, sin dejar margen para la inversión en obras de infraestructura.
Los economistas más destacados llaman la atención sobre la contradicción entre los montos requeridos de inversión para posibilitar la meta de U$D 50.000 anuales por estos nuevos rubros y las expectativas reales de que se produzca la llegada de capitales indispensables para posibilitarlos. El economista Martín Rapetti afirma que se atraviesa una etapa de “borrachera de expectativas que el Gobierno promueve y que el mercado financiero sigue con atención» y convalida en sus expresiones públicas. No porque se ajuste a la realidad, sino porque permite realimentar los canales de especulación financieras que, al fin y al cabo, parecen ser la principal rama de actividad económica desde hace años.
El gobierno, además, entro en un suelo pantanoso respecto del rápido incremento de las cotizaciones de los dólares paralelos, cuando el propio Milei admitió –en conversación con Alejandro Fantino-, que en parte había estado detrás de esa subida. “Si el dólar se iba a $700, un montón de empresas quebraban”, afirmó, presentando este escenario como excusa para frenar la Fase 2 de su programa económico, que implicó una restricción mayor a la emisión monetaria. Segùn el presidente, el BCRA evitó volcar hacia el CCL todos los dólares dispoibles porque su cotización hubiera llegado a $700, causando estragos sobre la economía real.
De este modo –aunque no lo especificó Milei- el gobierno primero favoreció el incremento de las cotizaciones y luego intervino para ponerles un techo. En estas condiciones, cualquier referencia al libre mercado por parte de un gobierno que se proclama como libertario pero que ha implementado las políticas económicas más dirigistas desde el retorno de la democracia resulta fantasiosa y reñida con un sentido común que no abunda por estos lares.