La política argentina, más allá de las definiciones y críticas que puedan levantarse, es unitaria y presidencialista. Siempre lo ha sido, no hay por qué sorprenderse.
Bastó con que el Jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri, anunciaría la disociación de fechas entre las elecciones locales y las nacionales, y que, tras cartón, anticipara que convocaría a extraordinarias para tratar el proyecto de suspensión de las PASO para 2025, para que inmediatamente esta última propuesta replicara en el Congreso Nacional en apenas cuestión de minutos. Unitarismo al palo.
Ambas son decisiones lógicas, en el difícil contexto que afronta un PRO cada vez más diluido y debilitado incluso en la ciudad que lo vio nacer. Las afirmaciones del presidente Javier Milei, aseverando que habría alianza en todo el país entre LLA y el partido amarillo o en ningún lado, aceleró los tiempos. El PRO no puede arriesgarse a una interna porteña con los libertarios, ya que el riesgo de una derrota significaría prácticamente su fin como fuerza política referencial. Es equivocado suponer que con la disociación de fechas y la supresión de las PASO se cierra la alternativa de una alianza entre ambos: la alianza sería el producto de una negociación de cúpulas entre bambalinas, con resultado incierto.
Para LLA, las PASO en la CABA le permitirían desafiar, y eventualmente derrotar, a su rival dentro de la derecha, sin perder caudal electoral en las generales. De ir disociados, ambos corren el riesgo de que una de las fuerzas termine tercera en las generales, con UxP en segundo lugar, algo que tendría efecto catastrófico para quien quede a la cola. Si fuera el PRO, inmediatamente se dispararía una crisis de gobernanza porteña. En el caso que le tocara a LLA, sería un duro llamado de atención que, necesariamente, repercutiría en la economía, ya que el establishment precisa un poder político sólido para sostener el saqueo y las políticas de concentración de la riqueza.
La decisión anunciada por Jorge Macri denota el nivel de desesperación que impera en el PRO, sin dirigentes de relevancia y con un Mauricio que más resta que suma. Sólo le queda el entendimiento superestructural, ya que no confían en su propio desempeño electoral
La supresión de las PASO es ahora bien vista por casi todos, incluso por el gobierno para los comicios fuera de la CABA, ya que permite que los aparatos se impongan sobre los individuos y suprime el debate interno. Hasta ahora el PRO se oponía a esto a nivel nacional, ya que las primarias habían sido una herramienta muy útil para promover la instalación de sus candidatos en el marco de un debate interno con gran instalación mediática, y con el aliciente de que debían confrontar con una desvencijada y envejecida UCR. Pero ahora el juego ha cambiado: necesita garantizar su continuidad en el maxikiosco de negocios porteños. Caso contrario, desaparecerá.
Otro elemento a tener en cuenta es que Mauricio Macri sabe que la lealtad de sus dirigentes está siempre en cuestión, y que el salto hacia LLA es parte de un libro de pases que siempre está abierto. Sólo podrá retener a la mayoría garantizándoles cargos y lugares en las listas por medio de negociaciones entre bambalinas con el gobierno. El riesgo es que LLA avanza no acepte, y que la confirmación de la declinación del PRO tenga lugar directamente en las generales.
Para Cristina, suprimir la competencia interna para imponer su voluntad nunca ha sido un problema, sino más bien un objetivo sistemático. Los últimos en sufrirlo fueron el gobernador Quintela y, por extensión, Axel Kicillof. ¿Qué más querría la ex presidenta que amordazar a los disidentes para disciplinarlos? Pero también en este universo político el riesgo de ruptura está presente, ya que su poder no es el mismo que supo ser.
Téngase en cuenta que el proyecto de Jorge Macri y, por extensión, el que presentará Mauricio en el Congreso Nacional, sólo implican la suspensión y no la eliminación de las PASO. Y es que, para el PRO, han sido una herramienta clave para sostener su potencia electoral y no quieren renunciar a ella, sobre todo en la alternativa de que el gobierno de Milei termine colapsando en algún momento de sus cuatro años de mandato, hipótesis que a principios de esta gestión era el sueño húmedo de Cristina y del peronismo, pero que ahora resulta compartido por los amarillos.
Como puede apreciarse, las tres fuerzas políticas –UxP, LLA y el PRO- no son tan diferentes. Las tres encarnan diversas formas de populismo, su respeto por las formas y por la legalidad sólo es producto de relaciones de fuerza que no los benefician, y todas ellas son unitarias. Ven al país desde la CABA y lo imaginan como un patio trasero sin voz y sin voto. Es lo que hay.