• 14/03/2025 11:50

En búsqueda del amigo gay

Feb 13, 2025

El infortunado discurso de Davos fue, tal vez, el yerro mayor en el esquema comunicacional elaborado por Santiago Caputo y que, hasta entonces, sólo le había valido éxitos, reconocimiento y empoderamiento dentro de la cúpula del gobierno argentino. Más aún si se tiene en cuenta que se trataba de un foro económico internacional, en el que el presidente tendría que haber destacado sus éxitos o salido a ofertar las bondades de las riquezas criollas al capitalismo mundial. Pero Milei no hizo nada de esto, sino que se inclinó por concretar una de las mayores demostraciones de intolerancia de las minorías sexuales de las que se tenga memoria en las últimas décadas.
La pregunta que inmediatamente surgió fue cuál podría ser el objetivo de semejante intervención, que pareció absolutamente carente de toda noción de tiempo y espacio. ¿Se trató de producir un gesto contundente de adhesión y sometimiento al discurso de Donald Trump y de la Nueva Derecha Internacional? No hay otras explicaciones razonables posibles. Sin embargo, los beneficios no se perciben, y sí los costos que le generó, sobre todo en el plano nacional y, para peor, en un año electoral.
En los días sucesivos no llegaron capitales frescos a la Argentina. Muy por el contrario, por el temor y las precauciones que generaron los anuncios del nuevo presidente norteamericano, las acciones y los bonos argentinos se desplomaron, el riesgo país subió considerablemente y ni siquiera hubo alguna reacción de reconocimiento de parte de Trump. Más aún, cuando anunció el arancelamiento de las importaciones norteamericanas de acero y de aluminio, y se le preguntó específicamente si la Argentina quedaría excluida, el primer mandatario contestó de manera negativa.
Tampoco hubo novedades en la negociación con el FMI. Muy por el contrario, sólo trascendieron las exigencias del organismo de crédito internacional de una devaluación del peso y de una eliminación del cepo. A partir de entonces, el eje de la agenda económica argentina se centró en estos temas, y le valió a Milei la crítica generalizada de su política de retraso cambiario de prácticamente toda la corporación de economistas, desde la extrema derecha hasta la izquierda más radicalizada.
El presidente respondió como suele hacerlo: agrediendo y descalificando a los próceres del liberalismo económico argentino contemporáneo, presentando datos ilusorios que sólo existen en su imaginación, y sobreexponiéndose en los medios. Con menos ímpetu, el ministro de economía, Luis Caputo, hizo lo mismo, con el resultado de que la certeza del atraso cambiario y de la inviabilidad del plan económico se han hecho mucho más perceptibles. Incluso trascendió el rumor de una inminente renuncia del “mago de las finanzas”, que quedó desalentada porque el único reemplazante a mano, Federico Sturzenegger, confirmó que “ni loco” aceptaría esta papa caliente. En todo caso, que Caputo se hiciera cargo de la devaluación y después se vería. En cambio, hizo conocer su deseo de convertirse en Jefe de Gabinete.
Si el universo de economistas sólo tuvo novedades negativas para Milei, los mensajes de repudio social por los conceptos de Davos fueron aún más contundentes. El colectivo LGTB rápidamente se expresó de manera enérgica, y consiguió convocar a una marcha de más de 1 millón de personas en todo el país. ¿Cuál sería el mérito de haber provocado semejante respuesta en una sociedad que vive su saqueo en una especie de calma chicha, desilusionada con toda su dirigencia, a la que claramente concibe como una “casta”?
Si bien políticamente ningún partido podría canalizar ese malestar en beneficio propio, en un año electoral provocar a la sociedad, exhibiendo discursos y propuestas autoritarias e intolerantes, e incluso amenazas de acción represiva directa contra las minorías, no parece ser un logro a capitalizar. Santiago Caputo lo sintió en carne propia, al ser colocado bajo la dirección política de Karina Milei y obligado a afiliarse a LLA. Seguirá con sus negocios y muchas de sus atribuciones, pero ya no como un par sino como un subordinado.
El último paso dado, hasta ahora, por el gobierno, es tratar de demostrar que los conceptos de Davos no tienen nada que ver con las actitudes concretas de los funcionarios. Y, apelando al viejo artilugio con el que pretendían los pronazis no serlo, apelando a la frase “tengo un amigo judío”, la directiva fue exhibirse públicamente con “un amigo gay”. Roberto Piazza se prestó al juego de Milei y cía, y muchos otros, encabezados por su vocero Manuel Adorni, buscaron en el termo de la diversidad para conseguir sus propias amistades LGTB. Todo esto con la lógica y la estética patética de LLA.
¿Le alcanzará al gobierno con estos gestos para hacer olvidar su discurso de odio y discriminación, o, por el contrario, la sociedad utilizó la convocatoria e la comunidad LGTV para expresar su descontento con la política económica oficial, y con eso se dio por satisfecha?
La respuesta la tendrá el tiempo y las urnas. Sobre todo, las urnas.