El balotaje de 19 de septiembre será el punto de transición para la Argentina. A esta hora,nada está definido. La decisión de Mauricio Macri de ningunear a JxC para acercársele a Javier Milei e imponerle condiciones hizo estallar la configuración del tablero político existente hasta la noche de las elecciones generales, con grandes beneficios para él y muy escasos costos. Mal que le pese a la mayoría, el ex presidente realizó una jugada maestra que, si bien no es irreversible, complejiza considerablemente el panorama.
Si bien es cierto que Sergio Massa anunció que con su gobierno se produciría la “muerte de la grieta”, primero debe ganar las elecciones. Y, por más que buena parte de la sociedad argentina ansíe vivir en un clima de paz y cierta moderación, los fantasmas del pasado –hábilmente digitados por el contubernio reaccionario que componen Macri, Milei y Villarruel- siguen pasando factura. Los focus groups parecen confirmar que el gran problema de la oposición para aglutinarse era la mala calidad de sus candidatos: mientras que Milei convocaba a los frustrados y descorazonados con la democracia, Bullrich atraía a los que el (¿ex?) libertario definió como “viejos meados”. Ninguno de los dos era capaz de agruparlos tras de su candidatura. Bullrich, por carecer de carisma y de coherencia; Milei, por el temor que generaba su estabilidad psiquiátrica. En este punto irrumpió el ex presidente como un rayo en una noche calma: los disciplinó a ambos y les impuso sus condiciones. Y Macri puede ser cualquier cosa menos un “loquito”. Fue desgastando implacablemente a sus competidores internos hasta desahuciarlos, y en las 24 hs. que siguieron a las generales consiguió la rendición incondicional del candidato de La Libertad Avanza. Su golpe de mano le permitió convertirse en el candidato que no había podido ser por el descrédito que concitaba previamente su figura. Puso al miedo -que resultó determinante para ponerle un techo electoral a Milei- de su lado, para convertirse en la “gran esperanza blanca” de un antiperonismo resucitado entre discursos negacionistas, propuestas mágicas de dolarización y victimización de los genocidas de la última dictadura.
Por más que la decisión inconsulta de Macri mereció numerosas críticas de radicales, socialistas, peronistas republicanos y “lilitos”, e, incluso, de periodistas “ensobrados” temerosos de perder pautas y retribuciones diversas, no tardó mucho en quedar en claro que las mismas razones que habían condenado al radicalismo a oficiar sistemáticamente como “furgón de cola” del PRO eran las que ahora volvían a confirmar su impotencia. Podría concederse que, en 2015, la UCR experimentaba todavía un proceso de reconstrucción interna que la inhabilitaba para competir seriamente dentro de Cambiemos, y ni siquiera le permitía opinar en los procesos de toma de decisiones de ese gobierno. Más difícil es justificar por qué razón resignó presentar una fórmula propia en el actual proceso electoral. Un partido que se autopercibe incapaz de comandar los destinos del país difícilmente pueda convertirse instantáneamente en el freno para un proyecto autoritario como el que encarnan Macri-Milei. ¿Se resignarán también sus simpatizantes y militantes a convertirse en convidados de piedra de la definición del futuro argentino votando en blanco?
Más allá de las críticas a este contubernio, la posición prescindente del radicalismo, criticando a ambos candidatos al balotaje -aunque supuestamente prefiriendo la opción Massa-, sólo demuestra un exacerbado oportunismo político que significa su límite desde la crisis de 2001. La ambigua posición de los radicales se sustenta en un pragmatismo político sin fisuras: si gana Massa, allí tratarán de sumarse a su gobierno; si el beneficiado es Macri, a través de Milei, siguen compartiendo el espacio detonado de JxC. Por esta razón se abstuvieron de ponerle fin a la coalición opositora. El argumento de que “la ciudadanía nos votó para ser oposición” es falaz e insostenible: nadie vota a una lista que, en la previa, tiene chances de imponerse, para ocupar ese rol.
Hasta la elección general confrontaban una fuerza política con un jefe, Sergio Massa, contra dos opciones que eran una especie de Armada Brancaleone, deshilachadas y generando más dudas que certezas. La irrupción de Macri, aplicando aquella ley de la física que sostiene que “los espacios vacíos se ocupan”, proveyó a la oposición de un liderazgo mucho más sólido. Tal vez uno que nunca hubieran elegido en primera instancia y del que podrían esperar mucho más daños que beneficios, pero liderazgo al fin. ¿Quién podría dudar de que Macri sólo puede ser el Jefe de cualquier espacio del que participe? Caso contrario, no cesará hasta detonarlo. Y no es de ahora: muchos años atrás declaraba que un dirigente de un club de fútbol que está en la oposición quiere que a su equipo le vaya mal para poder volver a ejercer la dirección. Trátese de Boca Jrs., la Argentina, una empresa o la Asociación de Villa Tachito, su lógica es la misma.
Al presente, si tenemos que confiar en las encuestas disponibles, un 70% de los votos de JxC van a un Mauricio Macri que colonizó a Milei. Ese 70% coincide con el porcentaje de votos de la coalición que respaldó a Bullrich en las PASO. ¿Y los seguidores de Milei? Estos nunca lo avalaron por sus propuestas, sino por la determinación de “romper todo”, expresada a través de la imagen de la motosierra. El (¿ex?) libertario y hoy náufrago estallado clínicamente nunca expresó una propuesta positiva: simplemente consiguió articular a tribus de alienados y caídos del sistema que empatizaban con sus acciones destructivas y políticamente incorrectas.
A principios de esta semana Macri le comunicó que se haría cargo de todo su gobierno en caso de imponerse: no le dejaría un solo ministerio, ni a él ni a Victoria Villarruel. Y que sus hombres para el área económica serían Nicolás Dujovne, Guido Sandleris y el “Toto” Caputo, los “endeudadores seriales” del período 2015-2019. Para Seguridad, en lugar de Vicky estaría Patricia. Y el resto de las carteras se distribuiría entre la “vieja guardia” del macrismo. Milei reaccionó con un atisbo de violencia física, luego habría colapsado psíquicamente y a punto habrían estado de tener que hospitalizarlo.
¿Está definida la elección? No, ni mucho menos. La tesis que sostienen encuestadores y analistas políticos de que en un balotaje se vota contra alguien y no en favor de un candidato resulta instrumental para los intereses de Mauricio Macri. Apostando a reavivar la grieta, con uno de sus referentes como alternativa tras la máscara de Milei, el segmento más anti-peronista que la compone no duda en votar contra el candidato de UxP; de ahí su crecimiento en las encuestas. La “conspiración de los combustibles” afectóla imagen de un Sergio Massa que debe apostar a una gestión sin fisuras para tratar de convencer a los moderados indecisos. Cierto es que varios legisladores de La Libertad Avanza rompieron, sentenciando con que “su límite es Macri”, y que buena parte de los votantes “puros” del radicalismo y de la izquierda están dispuestos a apoyarlos con un “voto vergonzante” que se emite pero no se explicita. También el video que emitió Javier Milei el pasado jueves, sedado y desprovisto de su energía y determinación previas, o el culebrón entre Laura Vázquez y el ex candidato a senador de Milei, Juan Nápoli, donde la denunciante acusó al banquero de haber filtrado los audios que sacaron a la luz las tropelías de Carlos Melconian, enrarecieron el ambiente. Por un lado, el candidato libertario intentó confirmar, sin mucha determinación, que su programa económico sigue vivo y que no ha sido reemplazado por el que pretendió imponerle el ex presidente; por otro, las afirmaciones de Laura Vázquez permitirían liberar de culpa y cargo a Macri de la convicción interna de JxC que él fue el causante del tembladeral desatado con el Melconiangate, para transferirle la responsabilidad a La Libertad Avanza.
Lo que dejan en claro esta operaciones dentro del contubernio Macri-Milei es que allí la disputa por el poder es sanguinaria y que resulta imposible pronosticar sus consecuencias sobre la cohesión del flamante espacio. La mayoría de los voceros de Milei antes de las PASO, empezando por Rodrigo Marra y Carlos Rodríguez, ha sido silenciada. También Diana Mondino parece haber corrido suerte similar luego de insistir con la venta de órganos. El ex presidente no quiere oir hablar del tema, ni de la dolarización, ni de la eliminación del Banco Central. A Lila Lemoine la habían callado ya la noche misma de la elección general.
Por estos días, además, Fátima Flores terminó su puesta en escena y comenzó a filtrar intimidades de una relación que nunca fue íntima, como tampoco parece haberlo sido en los casos previos de la cantante Daniela ni de Lila Lemoine. ¿Y Karina Milei? Sin su hermano como referencia, su destino será retornar a las ciencias ocultas, concluidos sus cinco minutos de fama.
El juego de la silla dentro del contubernio no alcanza por si sólo para potenciar las chances de Sergio Massa. Es necesario una campaña territorial para sumar voluntades y un posicionamiento mucho más claro de la dirigencia democrática en favor de un voto positivo a Sergio Massa, acompañado de una verdadera “cruzada de esclarecimiento” que le recuerde a los desmemoriados quiénes son y qué podría esperarse de Macri y su tropa, de los negacionistas y genocidas, y de una presidencia formalmente a cargo de un desquiciado en un gobierno con “doble comando”. Sin medias tintas.
Por último, aparece la instancia clave del Debate Presidencial. Allí Macri no podrá hacer oir su voz, y hay expectativas fundadas de propios y ajenos sobre la posibilidad cierta de un colapso de Milei. ¿Qué ideas sostendrá cuando sus propuestas han sido archivadas por el ex presidente? ¿Cómo defenderá la gestión presidencial de Cambiemos que antes destrozaba? ¿Seguirá ironizando con el puching ball con la cara de Raúl Alfonsín que utilizaba para practicar boxeo?
Tal como lo sostuvimos a lo largo de toda la campaña electoral, la democracia –y no una candidatura- es lo que está en juego. Y de lo que se trata es de concientizar a la ciudadanía sobre esta situación terminal. Así lo entendió el Partido Socialista, quien decidió apoyar explícitamente a Massa ante la gravedad de la hora. Al día siguiente, el local del Centro Socialista de Rafaela fue vandalizado con consignas en favor de Javier Milei. Una nueva confirmación de lo que podría esperarnos de una victoria del autoritarismo.
La moneda está en el aire, y por ahora el pueblo es el dueño de decidir su destino. Resulta indispensable que las fuerzas de la democracia asuman la responsabilidad que les compete. Después no valdrán arrepentimientos ni quejas.