• 26/12/2024 15:57

Milei contra Milei

Nov 10, 2024

A pesar de que falte todavía bastante para el inicio de las campañas electorales de medio término, la Argentina vive en campaña electoral permanente desde 2023. Es lógico que esto sea así, ya que el contundente resultado que obtuvo Javier Milei en el balotaje no estuvo precedido de una cosecha significativa de bancas legislativas en las elecciones previas, por lo que la famélica lista de diputados y senadores exigió al gobierno apelar a todos los recursos a su alcance para garantizar la gobernanza. Muchos de ellos, como la compra de voluntades, la agresión, el chantaje, la aplicación sistemática de DNUs y del veto en cuestiones muy sensibles para la sociedad, estuvieron reñidos con la ética, la constitucionalidad y los fundamentos de la república y de la democracia. Pero, a la hora del balance, lo que termina contando es el éxito en la consolidación de una gestión que arrancó precedida de los peores pronósticos sobre su duración, y que hoy sigue viva y fortalecida.
Hay dos razones fundamentales para que esto sea así: los resultados presentados en la lucha contra la inflación y un dólar planchado y contenido, que, a la postre, parecen ser las dos razones más valoradas por la opinión pública. No importa que esos logros se sustenten en la manipulación o invención de datos: lo significativo es lo que buena parte de la sociedad cree. En estos casos, para el gobierno resulta fundamental mantener estas variables hasta las elecciones del año próximo. Y no parece ser tan complicado: pese a lo pronosticado por opositores y “econochantas” liberales, a partir del mes de marzo se espera un ingreso significativo de dólares procedentes de las exportaciones de energía y de las ventas de productos minerales de nueva generación, a lo que podrían sumarse los ingresos por las privatizaciones que el gobierno pretende acelerar. Tampoco es posible descartar algún aporte del FMI o de fondos de inversión o bancos “amigos”. Claro está que las consecuencias de estas políticas serán brutales en el mediano y largo plazo. Pero, como se sabe, “en el largo plazo todos estaremos muertos”.
La segunda razón que permite sostener la gobernanza es el deplorable comportamiento de la oposición, tanto de la “colaboracionista” como la de una deteriorada UxP. La primera hizo todo lo posible para allanarle el camino al gobierno, a pesas de sus insultos, agresiones y descalificaciones permanentes. La segunda insistió en dispararse a los pies instalando internas inexistentes –como la de Cristina contra Axel, o un absurdo recrudecimiento de los ataques de la Cámpora hacia el gobernador bonaerense-, por el control de la lapicera electoral del PJ. Tan es así que que las opciones de centro quedaron liquidadas en las encuestas, y que la brutal y autoritaria ofensiva de Cristina contra Quintela y Axel le permitieron recuperar 12 puntos a la imagen de Milei durante el mes de octubre, tras una caída similar entre junio y septiempre. Una vez más, la opinión pública no se guía por la realidad sino por sensaciones y operaciones sobre el imaginario colectivo. A falta de grandes proyectos, la manipulación y el realismo mágico se han constituido en las claves que sustentan el devenir argentino.
Así las cosas, Milei puede aguardar esperanzado el proceso electoral del año próximo, aunque su ausencia en las listas pueda significar un salvavidas de plomo. Del lado del cristinismo parecen hacer comprendido, a la fuerza, que la mejor manera de conseguir votos es quedarse callados, ocultar su naturaleza una vez que Cristina ha conseguido instalar su sueño dinástico al interior del PJ, ya que, a falta de alternativas, buena parte de los votos de los críticos a la gestión Milei terminarán abrevando en su cosecha electoral.
¿Y Macri? El nuevo proceso de polarización, entre Cristina y Milei o, más precisamente, entre quienes respaldan y quienes condenan al presidente –que terminarán optando mayoritariamente por la ex presidenta-, el destino del fundador del PRO parece ser la paz de los cementerios.
En síntesis, Milei deberá jugar una nueva apuesta para tratar de incrementar su cosecha electoral. Nadie le reclama que combata a la casta ni que cumpla con su programa electoral que le llevó a la presidencia. Dólar planchado y baja inflación son las claves. El presidente no compite con nadie más: sólo contra si mismo.