Mientras que la interna entre Cristina Fernández y Axel Kicillof amenaza con hacer estallar definitivamente al espacio de UxP, Mauricio Macri hace esfuerzos desesperados para tratar de evitar lo inevitable. Desde hace mucho tiempo el control sobre el PRO se le está yendo de las manos, y no alcanzan sus declaraciones críticas sobre el gobierno de Javier Milei para convencer a la mayoría de la dirigencia amarilla sobre la necesidad de fortalecer al partido de cara a una negociación de una alianza electoral con LLA.
Las similitudes entre Macri y Cristina son llamativas. La ex presidenta, con sus caprichos y su pretensión monárquica, terminó por convertir a una fuerza política nacional, el kirchnerismo, en una simple expresión provincial bonaerense, que lucha por sobrevivir en medio del cuestionamiento interno que sufre de parte del “axelismo”. En el caso de Mauricio, la decisión de tratar de blindar la CABA ante las pretensiones de LLA lo llevó a presentarse en soledad en las elecciones del distrito: la consecuencia inmediata fue que ahora ambas fuerzas de derecha han convertido al acto electoral en una confrontación entre ambas, con el riesgo cierto de perder la elección en beneficio de Leandro Santoro.
La reacción de LLA fue terminante: la estrategia de Karina Milei para la provincia de Buenos Aires apuntó a “pescar” a los referentes del PRO en cada distrito de manera artesanal, prescindiendo de cualquier posibilidad de un acuerdo orgánico entre ambos partidos, para tratar de borrar definitivamente la presencia del partido amarillo de la primera provincia argentina. Lo más llamativo del caso fue la reacción de la gran mayoría de los convocados, que se mostró dispuesta a pegar el salto en un reconocimiento explícito de que el ciclo de vida nacional de la fuerza que gobernó la argentina entre 2015 y 2019 está agotado, quedando reducida a una expresión municipal porteña que resiste conectada al pulmotor.
Tanto el PRO como de UxP se han convertido en dos oficialismo desgajados, atravesados por una virulenta confrontación interna, desprovistos de la capacidad de consolidarse para imponer condiciones. Esta es la razón por la cual a dirigencias que buscan recomponer su lugar bajo el sol les resulta más sencillo participar de alianzas electorales allí donde son oposición, aunque al precio de integrarse en listas heterogéneas, en las que ni siquiera pueden aspirar a imponer su hegemonía.
En este contexto, Mauricio Macri tiene dos preocupaciones principales: tratar de mantener el control sobre la unidad de negocios CABA y evitar ser arrasado en la Provincia de Buenos Aires. Ninguna de ellas parece alentarlo al optimismo. Las encuestas porteñas no vienen bien, y en la provincia son muchos más los que ya se alinearon con LLA de los que lo han admitido públicamente.
Para tratar de encaminar una estrategia común en la provincia de Buenos Aires, la vice del partido, Soledad Martínez, y por el titular del bloque de Diputados, Cristian Ritondo, han convocado a intendentes, legisladores y dirigentes al local de la calle Balcarce –en la CABA-, para tratar de alcanzar un acuerdo político frente a las quejas de Mauricio Macri por el curso que ha adquirido la negociación con LLA.
Se trata de una reunión formal de la que no se espera resultado concreto alguno. Las negociaciones entre Cristian Ritondo, Diego Santilli y Guillermo Montenegro, con los armadores de Karina Milei – Lule Menem y Sebastián Pareja- y las fotos difundidas junto a Javier Milei y su hermana luego de esos encuentros han dejado en claro que LLA descarta la conformación de un frente electoral –como pretende Mauricio-, y sólo consideran incorporar a dirigentes sueltos en la boleta que lideraría José Luis Espert. En el PRO reconocen informalmente que la hermana presidencial “tiene la lapicera” y no estaría dispuesta a conceder, salvo alguna excepción aislada, más que lugares aleatorios a los referentes amarillos.
Orgánicamente son Cristian Ritondo, como jefe del partido en la provincia, y Néstor Grindetti, titular de la asamblea partidaria que administra las alianzas electorales, serían los encargados de definir los términos de un eventual acuerdo. Aunque Mauricio Macri es tenido en cuenta más por respeto que por incidencia política real, no tiene injerencia técnica alguna. Reuniones como la programada para este martes dan cuenta de eso: nadie duda de que se terminará cerrando un entendimiento en los términos impuestos por LLA, pero la mayoría intenta no aparecer como responsable de haber decretado la jubilación política del fundador del partido.
La eliminación de las PASO cerró la posibilidad de cualquier posibilidad de competencia para la distribución de cargos, por lo que Karina tendrá la última palabra. A tal punto es desesperada la situación de Mauricio que uno de los ítems puestos a discusión será la eventualidad de un entendimiento entre ambos espacios para la elección de legisladores nacionales por la CABA, que podría incluir la postulación de Patricia Bullrich como candidata a senadora nacional.
Así las cosas, lo único consistente parece ser el consenso entre LLA y la dirigencia del PRO en sentenciar la defunción política del partido porteño. El único que se niega a aceptarlo es Mauricio Macri, quien, a esta altura, parece condenado a orar en el desierto.
A Mauricio Macri se le hunde el barco
