La política argentina parece cobrar una velocidad vertiginosa, pero esa sensación puede resultar engañosa, ya que todo parece quedar casi en el mismo lugar, aunque decididamente deteriorado. Las rencilla, flitreos, agresiones y ataques de nervios sólo consiguen fragmentar y debilitar a todas las fuerzas políticas, profundizando el hastío de una sociedad que, razonablemente, no espera nada de una dirigencia que ha demostrado sobradamente su ineptitud.
Tal vez la comprobación más novedosa que dejó la última semana es la explicitación de que LLA también es casta, y actúa en consecuencia. No sólo el curso ambiguo que recorre la postulación de Ariel Lijo a la Corte Suprema, sino la promesa de veto presidencial a las mejoras para los jubilados dejaron en claro para quienes aún se resistían a hacerlo que los intereses que promueve y defiende el gobierno no son, precisamente, los de las mayorías. En el caso de las clases medias en extinción, los números que se conocieron son alarmantes: el 37% dejó de usar taxi; el 61% redujo considerablemente el uso del auto; el 70% suspendió vacaciones; el 65% redujo o anuló su suscripción al cable e internet; el 40% cambió o canceló la prepaga; y el 55% eliminó los servicios de delivery. El humor social se enrarece, y al gobierno sólo lo salva, por ahora, la pésima reputación de la oposición en todas sus expresiones.
Pero las cosas vienen muy mal en la economía, y el único logro al que Milei pretende atarse, la domesticación de una inflación que él mismo provocó con la devaluación inicial del 1080% del peso respecto del dólar, amenaza con salirse de control. Para llegar a los indicadores actuales fue necesario hambrear al pueblo y destruir en gran medida el aparato productivo, y apenas si se llegó al 4%. Pero queda la duda sobre cuánto tiempo más se podrá demorar una nueva devaluación, exigida por el FMI, el campo y los inversores extranjeros. Para tratar de contener al dólar y mantener calma la inflación llevó a las reservas a un rojo de 7000 millones de pesos: en castellano simple y duro, se gastó ese monto de los depósitos de los particulares.
El Bank of America, en un informe a sus clientes, anunció la inevitabilidad de una nueva devolución, y hasta se animó a ponerle fecha, indicando que sería coincidente con la diminución del 17% al 7% del impuesto país -uno de los que más recauda-, y que, según el gobierno, se realizaría en septiembre, dentro de pocos días. Si este pronóstico es acertado, la inflación volverá a saltar por los aires, con un impacto en los precios tal vez menor que en diciembre pasado. Si se sale también del cepo, se pronostica un dólar a más de $ 3000. El economista que más escucha Milei, Ricardo Arriazu, advirtió que una devaluación haría saltar todo por los aires y pondría fin al gobierno de Milei. A diferencia del 2001, no se advierte quién podría sucederlo en caso de que el Ejecutivo quedara vacante.
Pese a los oscuros pronósticos, Luis Caputo viajará a Arabia Saudi el 8 de septiembre, y quizá lo acompañe Javier Milei, para pedir U$D 10.000 para levantar el cepo, ya confirmada la negativa del FMI de aprobarle fondos frescos. Los árabes le ponen dos condiciones: mantener la Embajada de Argentina en Tel Aviv y que la Selección Argentina de Fútbol juegue en Arabia en el 2030 para promover una feria internacional. La primera podría afectar el vínculo con Israel, mientras que la segunda está atada a la confrontación abierta con el “Chiqui” Tapia por las Sociedades Anónimas Deportivas. «Yo voy a avanzar con la agenda de la libertad, la AFA no está por encima de la Constitución Nacional ni del Gobierno», afirmó Milei durante el fin de sermana. Tal vez ignore que si interviene la AFA, la FIFA podría excluir a nuestro país de las competencias internacionales, con el consiguiente impacto sobre la gobernabilidad, ya que sabido es que el patriotismo argento se expresa a través de nuestra Selección Nacional.
Todos tejen y destejen en las sombras. Victoria Villarruel negocia simultáneamente con Mauricio Macri y con el peronismo no cristinista. Las votaciones del Congreso de la semana pasada demostraron que, ocasionalmente, toda la oposición puede llegar a alcanzar los 2/3 indispensables para instrumentar un juicio político que haga eyectar a Milei de la presidencia. El problema es que la “salida Villarruel” no parece poder concretarse con la sumatoria de unos y otros: mientras que José Mayans y Guillermo Moreno alientan un acercamiento con la vicepresidenta para allanar la vía del juicio político, Cristina Fernández publicó en X una sentencia terminante: “Pericia psiquiátrica le vamos a pedir a los que dicen que Villarruel es peronista”.
Así las cosas, lo que parece profundizarse es el pacto entre Cristina y Milei-Santiago Caputo, consistente en brindar su apoyo a la designación de Lijo a cambio de ampliar la Corte Suprema y designar a una mujer de su entorno, y la garantía de que no avanzarán las causas judiciales en su contra. Una vez más, la ex presidenta subordina a todo el campo popular a sus intereses personales, fracturándolo y haciendo trizas su capacidad de negociación. Mauricio Macri consiguió lo mismo con su comportamiento de la semana pasada, cuando exigió a sus legisladores que votaran en contra del gobierno, para luego apoyar ruidosamente el veto presidencial a las jubilaciones. Fue a comer con Milei para chantajearlo, pero salió esquilado. “Me importan tres carajos los dos tercios, yo no me vine a atar al sillón”, le respondió ante sus exigencias de cogobierno. El ex presidente no deja de equivocarse.
La ambigüedad del clima político deja sin discurso a pichettistas, lilitos y radicales colaboracionistas, que siempre están dispuestos para alquilarse, pero nadie se los propone. Por suerte para la oposición, LLA no cesa de provocar la fractura interna y reducir su limitada tropa legislativa. Pero este escenario no deja de resultar intranquilizador: el humor social es cada vez peor, y difícilmente tolerará una nueva devaluación, con el agravante de que no aparecen caminos de salida institucional transitables. Descalificadas las fuerzas políticas tradicionales y también LLA, el “que se vayan todos” parece ser el más apropiado para la sociedad. El problema es que esta solución conlleva violencia, anarquía, y un inevitable deterioro para una economía y unas condiciones de vida que no admiten ya nuevos recortes.