Generalmente el ex presidente uruguayo José “Pepe” Mujica no tiene pelos en la lengua al momento de expresar sus opiniones, pero esta vez realmente sorprendió con sus sentencias en el marco de una extensa entrevista en la que analizó la situación de América Latina. Esta vez sus ataques no fueron contra sus adversarios ideológicos, sino contra muchos de quienes fueron sus aliados en el pasado, como Cristina Kirchner, Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Evo Morales, a los que adjudicó un altísimo grado de responsabilidad en la falta de renovación generacional en la política, el autoritarismo y el retroceso democrático en la región.
Hubo palos para todos, empezando por la ex presidenta argentina Cristina Fernández, a la que atendió sin miramientos. “Ahí está la vieja Kirchner en la Argentina, al frente del peronismo. En lugar de ponerse de vieja consejera y dejar nuevas generaciones, no, está jodiendo ahí. ¡Cómo les cuesta largar el pastel!”.
Sus diferencias con Cristina no son nuevas. En 2013, sin advertir que estaba encendido el micrófono en una conferencia, ya había asegurado que “Esta vieja es peor que el tuerto”. Al advertir lo que había hecho trató de bajar un cambio, aclarando que se trataba de una mujer que “a veces se pasa de rosca, pero a su manera quiere al pueblo argentino”. Ahora, en cambio, no hay lugar para poner en duda su caracterización de la ex presidenta argentina.
La preocupación central de Mujica se centra en la falta de renovación de los líderes regionales, y en este sentido apuntó contra el ex presidente boliviano Evo Morales (2006-2019), quien viene sosteniendo un largo y desgastante con el presidente Luis Arce, de quien denuncia or querer “proscribirlo” de la próxima competencia electoral apelando al sistema judicial. Para el uruguayo, “En la vida hay un tiempo para llegar y otro tiempo para irse (…) Lo de Evo es inconcebible”.
Mujica bajó un cambio al momento de analizar la situación de su “viejo amigo” Luiz Inácio “Lula” da Silva, lamentando que no aparezca alguna opción de reemplazo. “Lula está cerca de los 80 años y no tiene repuesto. Esa es la desgracia de Brasil”, enfatizó.
El ex mandatario uruguayo no sólo se mostró preocupado por la falta de alternativas de recambio de liderazgo y por la voluntad de los dirigentes históricos del campo popular por eternizarse en el poder impidiendo el surgimiento de opciones de renovación, sino también por el avance del autoritarismo en América Latina: “Es un paso atrás. Lo vivimos históricamente cuando Estados Unidos se metía en todos lados”. Pero ahora la situación es diferente, ya que son ”las propias naciones de la región las que están cometiendo errores preocupantes”
Mujica vertió conceptos sumamente críticos sobre la realidad de otras naciones latinoamericanas. En el caso de Venezuela, pronosticó que el cambio llegará “de adentro en algún momento”.
“Tengo íntima discrepancia con los regímenes autoritarios. Lo que no avalo es la intervención de afuera. Los problemas de Venezuela los tienen que resolver los venezolanos. Y en todo caso hay que ayudarlos. Pero no meterse”, advirtió. Pero inmediatamente negó que el régimen de Maduro sea de izquierda, o siquiera una continuidad del de su antecesor, Hugo Chávez. “Algunos de los chavistas están afuera de eso y muchísimos están perseguidos en el mundo”, subrayó.
No tuvo tampoco menos piedad con el régimen nicaragüense. “Lo de Nicaragua no tiene gollete. Es increíble la revolución sandinista en qué desemboca, en la vieja esa llena de piedras y de cosas. Es monstruoso. Era una revolución soñadora contra Somoza”.
Tampoco Cuba se salvó de su crítica letal. “A los cubanos los pongo aparte. No porque tengan razón. Es que definieron hace como 70 años la dictadura del proletariado y un partido único. Y nosotros tenemos relaciones con China y con Vietnam, y no nos hacemos ningún problema. Entonces banquemos esa situación. Yo no estoy de acuerdo con eso, porque no da resultado”. Pero, destacó, “Lo que más me revienta es cuando juegan a la democracia y después le hacen fraude. Eso es insoportable”.
Las palabras de Mujica resultan oportunas para denunciar el desmadre que experimenta el denominado “campo popular” en América Latina. Ha perdido sus programas y su potencial transformador y, en manos de dirigentes históricos que se niegan a jubilarse y hacen tierra arrasada ante cualquier intento de recambio, se han convertido en una triste caricatura de lo que alguna vez fueron, potenciando el autoritarismo interno para preservar lo que queda de sus kioscos. El ex presidente uruguayo anticipa con pesar lo que vendrá, y sólo imagina un horizonte de tragedia.