En sus tiempos como presidente, Mauricio Macri afirmaba que Luis Caputo era “el Messi de las finanzas”. Después quedó en claro que se trataba de una afirmación tan infundada como “el segundo semestre” o “la luz al final del túnel”. A la postre, el FMI le hizo despedir a Caputo y la Argentina quedó endeudada con ese organismo de crédito en casi U$D 45.000, que son los que hoy nuestra sociedad debe pagar con ajuste, desempleo, pobreza e indigencia.
Con sus permanentes tácticas distractivas y su “contabilidad creativa”, Caputo demostró que, más que Messi, era “el Bilardo de las finanzas”: hizo trepar la inflación a un 25% mensual en diciembre del año pasado, para después celebrar que disminuía en los meses posteriores. Inventó un superávit fiscal a costa de que el Estado dejara de afrontar sus compromisos con las provincias, con los más necesitados, con el despido de miles de empleados públicos y con la destrucción del consumo. Como en julio no tendrá superávit, y su política suicida de vender los dólares de los ahorristas privados para hacer bajar las cotizaciones de los paralelos provocó una escalada incontenible del riesgo país, el ministro decidió anotarse otra victoria fraguada: el central compró este jueves dólares que le permitieron mejorar su balance en U$D 145 millones, después de dos semanas de constantes pérdidas, a costa de no realizar el pago de USD 840 millones al FMI que vencían en el día de ayer.
Tal como es su estilo, el presidente Milei celebró el fraguado incremento en las reservas, que de todos modos las dejan en un rojo calculado entre 4 y 5 mil millones de dólares. En cambio, Caputo no pudo esquivar el desembolso del BID por USD 660 millones. Estas decisiones impactaron directamente en la cotización de los dólares paralelos que, ante el temor del mercado sobre la falta de divisas para afrontar las próximas obligaciones y las dudas sobre la voluntad del gobierno de honrar esos compromisos, revirtieron la tendencia de los días previos y volvieron a subir.
Con la decisión de Caputo y los números en la mano, subió el riesgo país, que se ubicó en 1550 puntos básicos, y los bonos soberanos cayeron un 9%. En lo referido a los dólares financieros, cerraron por encima de los $1300, pese a la continuidad de la fuerte intervención del Banco Central, que sigue rematando dólares de los ahorristas privados para la fuga en el CCL.
Las decisión del gobierno argentino de ignorar el vencimiento del FMI se debió al convencimiento de que el organismo de crédito será tolerante y no declarará el default argentino. Para dilatar los pagos Caputo reinstaló la discusión sobre los sobrecargos que nos cobra el FMI, una iniciativa impulsada en su momento por el entonces ministro de Economía, Martín Guzmán. Si tuviera que girar los fondos correspondientes a intereses y sobrecargos del programa vigente, el balance del Banco Central quedaría en una situación aún más calamitos que la actual, y resultaría casi imposible frenar la corrida cambiaria.
«Con la excusa de que el tema está en discusión, apunta a conseguir una prorroga, estirar los plazos. Caputo tiene claro que tener que desembolsar USD 840 millones, mientras despliega todo el poder de fuego para contener una corrida cambiaria en marcha, lo puede dejar al borde de la asfixia», señaló un ex funcionario del Ministerio de Economía.
Caputo ya no es Messi, sino Bilardo, y no el del 86, sino el del 90. Las consecuencias de sus políticas destructivas son difíciles de predecir sin provocar el pánico generalizado. Por eso trata de hacer sobrevivir a unas políticas económicas de escasa coherencia e imposible perduración en el tiempo. El problema es que, con cada nuevo giro, hunde a la Argentina más profundo en el lodazal construido con motosierra y licuadora.