En 1852, en su libro “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”, Karl Marx deslizaba la siguiente sentencia: «Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio», con la que llamaba la atención sobre que los individuos tienen la capacidad de actuar y tomar decisiones que influyen en el curso de la historia, no lo hacen en un vacío, sino que sus acciones y objetivos están condicionadas por circunstancias históricas y sociales, algunas preexistentes que heredan del pasado, otras de las relaciones de fuerza contemporáneas.
Este miércoles finalmente tuvo lugar el Lolapallooza de Cristina Fernández en Plaza de Mayo. Con una nutridísima asistencia, que no fue mayor por las detenciones de colectivos que se trasladaban desde distintos puntos del país hacia la CABA por parte de las fuerzas de seguridad, la frase del filósofo alemán quedó flotando en el aire: ¿Se trató del último vals de la ex presidenta, quien ahora, debido a la clausura definitiva de su trayectoria institucional y condicionada por las restricciones impuestas a su prisión domiciliaria, irá perdiendo paulatinamente su lugar central en la política argentina, o, por el contrario, el canto de ”Vamos a volver” anticipa una resurrección de su liderazgo deteriorado, en condiciones de semi-clandestinidad.
Para el gobierno y para los responsables de su proscripción la jornada terminó con alivio. En la justicia hasta se había pensado en apelar a francotiradores para proteger la integridad física de sus autoridades para el caso de que la movilización de acompañamiento a Cristina, organizada inicialmente, se desmadrara. De ahí salió la convicción de mantenerla en su departamento, aprobar la prisión domiciliaria y hacer toda la tramitación a través de zoom y de la asistencia de algunos funcionarios oficiales. Finalmente hubo movilización, pero a Plaza de Mayo, en un clima de orden y paz sin alteraciones.
La domiciliaria puede ser leída como un triunfo pírrico de la ex presidenta, pero no es necesariamente inamovible. Muchos piensan que, en caso de que el gobierno se imponga de manera contundente en las próximas elecciones, podría argumentarse la violación de alguna de las restricciones impuestas para trasladarla tras las rejas y realizar entonces un juego de escarnios similares a los que debió soportar Amado Boudou. Mientras tanto, lo que se discute es política: Cristina hizo llegar su mensaje a los asistentes, auguró una final catastrófico para el plan Milei-Caputo y no olvidó denostar a la justicia argentina. También se solazó con el “Vamos a volver” que se entonó en la Plaza. Todo muy lejos del comportamiento esperable en una proscripta política.
Si algo queda claro es que, a partir de ahora, sólo queda esperar emociones violentas. Cristina vio fortalecido su liderazgo dentro del pan peronismo, pero no puede capitalizarlo personalmente por su proscripción. Cualquier figura que designe como sucesora, y más aún –como se advierte- si se trata de su hijo Máximo, harán colapsar la precaria unidad alcanzada en la última semana. Más aún, a partir de mañana comenzarán las discusiones y tironeos por la composición de las listas. Cristina cree que le han recargado la lapicera, y pretende diseñarlas a voluntad. Si no cambia de actitud, el reencuentro habrá sido una ilusión fugaz.
Volviendo al filósofo alemán, nadie sabe qué historia está haciendo. Ni el gobierno, ni la justicia, ni los mega empresarios, ni los mercados, ni la oposición. Los cambios impuestos por decreto a las facultades policiales parecen adelantar que la violencia y la represión ocuparán un papel destacado y que el plan económico acabará, más temprano que tarde, en devaluación y rebote inflacionario. Las encuestas de los últimos días han confirmado que ya no es la inflación, que ha caído al séptimo lugar, sino la pobreza y el desempleo, los rubros principales de preocupación de los argentinos.
¿Tendrá ese cambio en las prioridades réplica electoral? ¿Cómo reaccionará la sociedad a su constante empobrecimiento? ¿Conseguirá mantener su protagonismo la ex presidenta en un contexto de semiaislamiento?
Demasiadas preguntas y muy pocas certezas. La jornada de hoy seguramente será determinante para nuestro futuro. El problema radica en si nos conduce hacia Ushuaia o hacia La Quiaca.
Tras el Lollapalooza de Cristina ¿Quo Vadis, Argentina?
