El gobierno de Javier Milei ha venido denunciando la organización de consiraciones y de eventuales golpes de Estado en su contra. Los hechos demostraron que se trató de una estrategia de victimización, o bien que la paranoia ha sido una de la características constitutivas de este régimen desde sus inicios.
Débil e inconsistente por la ausencia de un andamiaje partidario sólido, el mileísmo consigiuó sostenerse explotado su propia debilidad, contando con un sólido apoyo del sector más concentrado del empresariado que le granjeó votos y respaldos legislativos y jurídicos, a pesar de3 los agravios que les dispensaba el presidente con su discurso anti-casta. El último favor, en medio de su debacle, fue la semana pasada, cuando un Congreso Nacional que venía propinándole paliza tras paliza al Ejecutivo no consiguió los votos suficientes en la Cámara de Diputados para modificar la ley de DNUs.
Sin ambargo, tras varios salvatajes y solicitudes de escupidera mediante, la corrida cambiaria que se desató hace algunas semanas y que sólo ocasionalmente pudo frenarse con los twitts y la venta de dólares en el mercado local de Scott Bessent y Donald Trump, dejó a la gestión groggy, sin otra reacción más que solicitar la intervención del gobierno norteamericano, que movió rápidamente las fichas y generó diálogos y acuerdos con los referentes de la oposición colaboracionista para tratar de construir gobernabilidad para la administración Milei, sobre todo a partir de lo que el mercado parece descontar como una derrota segura, o al menos un resultado electoral poco optimista en las elecciones de medio término.
El denominado encuentro bilateral, que no fue tal, sino una puesta en escena con la ridiculización de Milei en la escena mundial, motivó una serie de movidas tectónicas dentro de la gestión. Por primera vez, la conspiración existió –y existe-, pero no organizada por la oposición, sino por las figuras más relevantes del actual gobierno, con el respaldo de poderosos actores externos provenientes del mundo político y empresarial.
El día después al 26 de octubre preocupa, y mucno, al gobierno norteamericano, que pretende consolidar el coloniaje que voluntariamente le solicitó la administración Milei a orecio de remate. Pero Trump y Bessent tienen en claro que, tras los comicios, el gobierno argentino deberá dar un drástico golpe de timón, tanto en materia financiera como económica. Para esto, la actual composición del gabinete no da ninguna garantía de éxito, por lo que la bilateral fue la escena de una especie de chantaje que incluyó un intento de golpe interno: Milei podría seguir siendo presidente, pero vaciado de toda autoridad –tal como le sucedió a Alberto Fernández-, pero el mando efectivo debería pasar a manos de Santiago Caputo, promocionado a la jerarquía de jefe de Gabinete.
Esta movida hubieses significado la victoria definitiva de la gestión Trump sobre el gobierno y el Estado argentino, y simultáneamente una derrota definitiva de Milei, ya que incluiría el pase a retiro de su hermana Karina y de los primos Menem. Correlativamente Cristian Ritondo pasaría a detentar la presidencia de la Cámara de Diputados, Guillermo Montendegro a Seguridad, y hasta se barajó designar a Mauricio Macri como Canciller y tutor de Donlad Trump para el nuevo gabinete. Esta propuesta, llevada al extremos, podría incluir la renuncia o desplazamiento de Milei, y su reemplazo por Miguel Pichetto, Rodrigo de Loredo o Maximiliano Pullaro, Asamblea Legislativa Mediante.
Del lado de los grandes empresarios nacionales, con Eduardo Eurnekian y Héctor Magnetto a la cabeza, la conspiración incluye al actual Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, como nuevo hombre fuerte de la nueva etapa, con Milei invisibilizado y su hermana fuera de la gestión. En ambos casos, queda claro que la confianza en el presidente se agotó y que los más poderosos no lo ven como alguien capaz de garantizarles sus negocios.
Por esta razón, el Encuentro Bilateral fue la ocasión de profundizar la ridiculización de la figura de Milei, para legitimar cualquier intento de desplazamiento o de invisibilización que pueda conseguir imponerse en las próximas semanas. Paradójicamente, el único respaldo con el que podría contar el presidente para conservar cierto grado de autoridad sería el del cristinismo, para evitar la entronización de esos dos adversarios aún más poderosos.
Así Milei, en lugar de claver el último clavo del ataúd del kircnerismo debería rogarle su apoyo. No sería una novedad que el presidente volviera a humillarse y a suplicar, ya que es un maestro en ese terreno. El problema lo tendría el universo kuka al tener que justificar su decisión, salvo que estuviera acompañada de una aceptación de una intervención del gobierno.
Lo más grave del caso es que todas las opciones implican un debilitamiento aún mayor del presidente y una ocupación efectiva de su gobierno. “Fácilmente infiltrable”, lo describió en su momento Mauricio Macri. No se equivocaba.
El golpe interno
