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Rodríguez Larreta en su hora más difícil

Jun 30, 2023

Desde hace mucho tiempo la interna del PRO experimenta un cortocircuito indisimulable. El paso al costado de Mauricio Macri fue una de sus consecuencias, pero también dejó sin rumbo al partido metropolitano al quedar vacante su jefatura. Y asi la interna entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich va mucho más allá de la candidatura presidencial. Es un puja por el liderazgo.

El problema que se plantea es que, si bien ambos candidatos pueden tener la certeza de que el radicalismo honrará sus acuerdos políticos, no pueden poner las manos en el fuego por la tribu del PRO. El coqueteo constante entre Milei, Macri y Bullrich pone en cuestión adonde se dirigirían los votos de la ex ministra en el caso de que pierda la interna. La candidatura de Sergio Massa agregó un elemento de tensión adicional, ya que ahora tampoco queda en claro si los votantes del Jefe de Gobierno porteño, en el caso de ser derrotado en las PASO, irán hacia Bullrich o preferirán la alternativa del líder del Frente Renovador, mucho más próximo por su trayectoria y su accionar a Rodríguez Larreta que a la ex montonera.

El alcalde porteño trató de armarse lo mejor posible para confrontar en la interna. Convocó a Pichetto y a Espert como candidatos, y blanqueó como vice a Gerardo Morales, en medio de la cruenta represión desatada en Jujuy sobre los trabajadores. Se trataba de un giro a la derecha para tratar de comerle electores duros a Patricia Bullrich. Sin embargo, difícilmente sus efectos podrían verse premiados en las PASO, pero podrían haberle servido para retener votos en las generales en el caso de terminar siendo el candidato de la coalición. El problema radica en que las encuestas lo dan perdedor –aunque por escaso margen- en la interna, por lo que muchos de sus votantes podrían considerar mucho más útil el voto a Sergio Massa en su disputa con Juan Grabois, para asi garantizarse una opción moderada en las generales.

Esto exigió que el alcalde porteño reprogramara su discurso, para tratar de “pescar” al votante moderado que podría dudar entre apoyarlo a él o al ministro de Economía. Esto lo llevó a endurecer su discurso sobre el gobierno de Mauricio Macri, lo que no parece haberle aportado demasiado, aunque sí una catarata de agresiones y pases de factura dentro del PRO.

Las declaraciones de Rodríguez Larreta de esta semana resultan reveladoras. Su eje apuntó a sentenciar el “fracaso” del modelo de los polarizadores, que incluyen tanto a Macri como a Patricia. “Yo dije el modelo de las peleas y antinomias fracasó. Lo que no se pudo en ese momento es construir un apoyo suficiente para que eso se mantenga en el tiempo y volvimos para atrás. Hoy tenemos más apoyos, pero no alcanza.”

E inmediatamente recordó su propia propuesta: “Yo propongo algo diferente. Que construyamos una nueva mayoría sólida y firme para impulsar algo en la Argentina que tenga gobernabilidad, pero para que el cambio se mantenga en el tiempo. El cambio vale si le cambia la vida a la gente y se mantiene en el tiempo, sino es un ida y vuelta más de este péndulo. La diferencia es clara: el único camino posible es construir una nueva mayoría sólida, que no es unanimidad”.

Sus palabras apuntaron, por un lado, a descalificar la alternativa de Bullrich, y por otra a tratar de seducir al votante indeciso entre él y Sergio Massa.

No le salió muy bien. Bullrich lo calificó como “ventajero” y “oportunista”, y le lanzó una serie de improperios y agresiones.
“Me parece de una enorme bajeza moral, oportunismo y falta de ética que Larreta, que se jacta de haber trabajado 20 años con Macri, haga cualquier cosa con tal de conseguir un voto.”-sostuvo la ex ministra. Y remató: “Hay límites en una campaña, es un ventajero total, no puede decir algo así de quien fue su jefe político durante tanto tiempo. Me parece muy deleznable”.

No fue la única. Tras de ella salieron a pegarle en manada Luis Petri -su candidato a vicepresidente-, Néstor Grindetti, Laura Alonso, Federico Pinedo y toda la vieja guardia del PRO. Y, aunque no tuviera nada que ver con la interna, también lo hizo Javier Milei. Llamativamente, prácticamente no salieron a respaldarlo voces relevantes ni de su partido ni de la UCR.

Para peor, su giro a la derecha para retomar el discurso conciliador de centro lo dejó en situación comprometida. ¿Cómo justificar una estrategia de moderación y consenso cuando se presenta como aliados a quien ha bañado de sangre a su provincia? Y, a la inversa, ¿cómo ser creíble para la derecha extrema cuando se afirma el fracaso de Mauricio Macri y su gestión?

Para peor, su jugada de último momento para sumar a Schiaretti le salió mal dentro de su coalición y le restó votos provinciales al nuevo gobernador cordobés, Martín Llaryola, quien terminó imponiéndose, pero con una diferencia mucho menor a la esperada, sobre Luis Juez. Llaryola tiene terminales mucho más aceitadas con Sergio Massa que con Bullrich, y además Schiaretti terminó presentando su propia candidatura presidencial. Son todos votos que se le escurren como arena entre los dedos al alcalde porteño.

Buena parte de la sociedad argentina espera muy poco de la política. A lo sumo paz y cierta previsibilidad. Si las generales terminan enfrentando a Bullrich, Grabois y Milei, esa posibilidad estaría descartada.

Por esta razón, esos votantes moderados podrían sentir la tentación de votar a Sergio Massa para garantizar una alternativa conciliadora para lo que vendrá.

En estas condiciones, Rodríguez Larreta debe afrontar el mayor desafío de su carrera política. Tiene un mes y medio para encontrar alguna alquimia que le permita revertir su situación actual. Una situación muy complicada, que resultaba inimaginable apenas unos meses atrás, cuando parecía que su camino a la presidencia estaba allanado.