Tras la derrota electoral de 2019, Mauricio Macri se llamó sensatamente a silencio. Los resultados de su gestión habían sido desastrosos para la gran mayoría de los argentinos, y dejaba al país con un salvavidas de plomo que nos condicionará durante décadas: el endeudamiento con el FMI y la deuda contraída con acreedores privados. Macri no había conseguido concretar el cambio que había propuesto en su plataforma electoral. El único cambio alcanzado era el incremento de la concentración de la riqueza en manos amigas, al costo de ponerle bandera de remate al país.
Condicionamientos ajenos -FMI, pandemia y cuarentena, guerra, inflación internacional y sequía inédita- y errores constantes del Gobierno Nacional posibilitaron lo que parecía imposible: el retorno de Mauricio Macri a la liza política. El que retornaba no era el mismo Mauricio que se había ido: mucho más cínico, calculador y estraga, insistió en profundizar la línea de acción que más éxito le había garantizado: la mentira y la promoción del descrédito ajeno. Consciente de que no le alcanzaba para retornar a la presidencia, insistió en demoler a los candidatos alternativos de su partido, a los radicales –a los que siempre despreció- y al Gobierno Nacional, que le ofrecía constantes nuevos flancos desde donde atacarlo.
La estrategia del ex presidente es simple: demoler JxC, tratando de cargarle los costos del fracaso de su propio gobierno, y apostar al padrinazgo de una nueva figura política que consiguió instalarse en el sentido común como lo opuesto a una “casta” que sólo suma en su haber fracasos y la decadencia argentina. En esa inteligencia se bajó muy pronto de su postulación presidencial, para diferenciarse de ese segmento condenado, a sabiendas de que su propia candidatura estaba condenada al fracaso, y jugó un ambiguo juego que le permitía respaldar a Patricia Bullrich contra Horacio Rodríguez Larreta, para así recuperar el PRO e imponer la candidatura porteña de su primo Jorge, mientras coqueteaba con Javier Milei reconociénlo como el exponente más calificado de ese “cambio” que prometió en 2015 y no quiso, no supo o no pudo concretar.
Con los resultados de las PASO a la vista, Macri pudo, en una misma y rápida operación, desplazar a Rodríguez Larreta y a Bullrich. El primero, por su catastrófica derrota en la interna; la segunda, por el escaso caudal de votos obtenidos en esa misma competencia. Sin embargo, no se privó de imprimirle su perversa dosis de cinismo: besó a Patricia en el bunker, señalado así quien sería su próxima víctima. A partir de entonces, hizo y la dejó hacer para que terminara rodando por el camino hacia el abismo.
Saldadas las cuentas con los propios, sólo le quedaba por entonces definir las condiciones más convenientes para explicitar su apoyo a la candidatura del libertario. En las tres semanas posteriores a la PASO siguió con su juego de ambigüedades y guiños hacia su candidatura, mientras que ocasionalmente reafirmaba su respaldo a Bullrich. A poco más de un mes de las elecciones generales, el distanciamiento con su “hija” Patricia resulta insoslayable, mientras que la adopción de su nuevo “hijo”, Javier, marcha viento en popa.
En la semana que pasó Macri se reunió nada menos que con Karina Milei, el alma y la guía del libertario, y le acercó a dos pesos pesado del mundo de las finanzas, Gabriel Martino y “Gerry” Mato. Ambos son ex CEOs del HSBC y amigos íntimos de Mauricio, quienes iniciaron gestiones en Nueva York para conseguirle fondos para la campaña al libertario. La reunión fue exitosa.
También Mauricio Macri se reunió con Patricia Bullrich. Pero el pase de facturas mutuo fue tan violento que la candidata terminó tomando distancias públicas y condenando sin filtro al fundador del PRO.
«Gerry» Mato es uno de los argentinos más influyentes en Wall Street y, en su tarea de conseguir fondos para la campaña y dar tranquilidades a los financistas sobre la orientación de un eventual gobierno de Milei fue el anfitrión de Juan Napoli y Darío Epstein, delegados del libertario para reunirse con con banqueros e inversores neoyorkinos.
En el entorno de Martino aceptaron «Que Mato está colaborando con Milei es verdad y de hecho le anticipó a Gabriel (Martino) que iba a dar ese paso». Pero el apoyo de Macri al libertario no quedó allí. También encomendó a su ex ministro de Industria, Francisco «Pancho» Cabrera, la recolección de votos para las próximas elecciones, mientras que otro financista local, el jugador de Bridge Pedro «Pierre» Pejacsevich, continuará acercando contribuciones financieras a su campaña, tal como viene haciéndolo desde mucho tiempo antes de las PASO.
Otro macrista que ya venía jugando un papel importante en el entorno de Miley es Santiago Caputo, el sobrino de «Nicky». Ahora se oficializó que el propio “amigo del alma” de Mauricio se sumó a su campaña.
Mauricio Macri va concretando paso a paso su estrategia de retorno. Por ahora no le da para aspirar a la presidencia. ¿Piensa ser la Cristina de Alberto para tratar de manejarlo como títere desde las sombras, o tomará distancia en caso de una eventual victoria para desgastarlo y tratar de presentarse como la única solución de cambio que los argentinos no hemos sabido valorar?