Por Alberto Lettieri
Calígula -Gaius Julius Caesar Augustus Germanicus- nació en Anzio, Italia el 31 de agosto del año 12 y murió en Roma el 24 de enero del 41. Fue Emperador entre el 16 de marzo de 37 hasta su asesinato. El tercero de la dinastía Julio-Claudia, iniciada por Augusto y continuada por Tiberio.
Su vida ha sido presentada como un anticipo de las graves perversiones que aquejarían a muchos de sus sucesores, aunque muy pocos consiguieron acercarse a niveles semejantes.
En los relatos de los historiadores romanos se destacan el miedo y la repulsión que generaba su figura, y lo han calificado como “salvaje”, “asesino” y “demente”, en una sociedad en la que los excesos de los patricios no parecían ser la excepción. El hecho de que haya escandalizado a sus contemporáneos es un indicador claro de sus conductas extremas, como así también que su obra de gobierno haya quedado prácticamente en las sombras de los estudios especializados.
El historiador Suetonio lo describió como un “monstruo” que sufría desde pequeño ataques epilépticos y trastornos mentales. “Un hombre de mente y cuerpo enfermo, acomplejado por sus delgadas extremidades y calvicie, que contrastaba con el exceso de vello corporal, por lo que eran burlas recurrentes el llamarle cabra, hasta que convirtió en pena capital mirarlo a los ojos».
En su segundo año de reinado, Calígula fue afectado por una grave enfermedad, que coincidió con una grave crisis económica provocada por la falta de aprovisionamiento de trigo procedente de los territorios imperiales. Algunos historiadores suman una segunda causa: los derroches en el erario público que generaban sus extravagancias y organización de costosos eventos, sobre todo competencias deportivas y luchas de gladiadores.
Los síntomas de esos trastornos mentales se agravaron después de la recuperación de esa enfermedad, evidenciándose sobre todo a través de una megalomanía compulsiva. A partir de entonces, Calígula comenzó a presentarse al Senado como un Dios, luciendo la vestimenta de las principales divinidades romanas o bien de los semidioses guerreros, como Hércules o Júpiter. El emperador dispuso la construcción de tres Templos y un puente en su propio honor, y dispuso infinidad de ejecuciones sin juicio previo, en abierta contradicción con lo dispuesto por el Derecho Romano.
Su personalidad se volvió cada vez más intemperante y sádica, a punto tal que quienes debía acercarse a él temían por su vida, con justa razón. Y si bien la cultura sexual romana era muy amplia y era difícil que alguien fuera considerado como “pervertido”, sus prácticas habituales naturalizaron esta caracterización. Por ejemplo, su tendencia a abusar sexualmente de sus hermanas menores y de obligarlas a prostituirse.
Druscila, hermana de Calígula
Según el relato de un contemporáneo, «Calígula abusó de niños, jóvenes y ancianos por igual, una práctica que lo popularizó fue ordenar la ejecución o tortura de personas no gratas frente a él, mientras se servía un gran banquete o fornicaba a sus acompañantes».
Otro de sus síntomas en avance fue la paranoia. El emperador elegía sus víctimas entre los senadores de los que desconfiaba, y utilizaba sexualmente a sus esposas e hijas, para luego obligarlas a prostituirse para obtener fondos.
También abusó de niños, jóvenes y ancianos por igual. Una práctica con la que se lo identificó fue ordenar la ejecución o la tortura de personas que caían en desgracia, mientras disfrutaba de fabulosos banquetes y fornicaba con sus acompañantes y parientes. Calígula castigaba con la muerte a quienes cuestionaran sus leyes, y obligaba al Senado a aprobar todas sus iniciativas, a riesgo de correr esa suerte.
Algunas de sus decisiones y anécdotas permiten reconstruir con fidelidad el perfil de Calígula. Por ejemplo, cuando dispuso que las damas romanas debían prostituirse a precios populares para que los mendigos y proletarios pudieran disfrutar de los mismos placeres que el patriciado. Esta decisión fue presentada como un gesto de compromiso con la plebe.
Calígula sentía una gran admiración –y también una insana envidia- por al hermoso gladiador Próculo, famoso por el gran tamaño de sus testículos. Cuando el gladiador contrajo enlace, exigió ejercer el derecho de pernada –iniciación sexual de la contrayente-, pero no únicamente sobre la mujer, sino también sobre Próculo. Poco después decidió ejecutarlo, y guardó como trofeo sus testículos.
También decidió castrar al gladiador Longino por el inaceptable “delito” de tener un pene más grande que el del emperador. Era frecuente que Calígula levantara el vestido a las esposas de los invitados. Cuando alguna le atraía, se la llevaba a un cuarto y la obligaba a tener sexo, y luego retornaba a la mesa donde emitía su juicio sobre los méritos sexuales de la elegida, relatando minuciosamente los pormenores.
También era habitual que violara con brutalidad a sus invitados, tanto hombres como mujeres. A Valerio Catulo, por ejemplo, le fracturó varias costillas en una salvaje violación. Calígula disfrutaba de pasear a su última esposa desnuda sobre un caballo, provista únicamente de escudo y espada, frente a los soldados, para hacerlos sufrir exhibiendo aquello que no podrían tener.
Las continuas depravaciones y excentricidades de Calígula le generaron la animadversión y el odio de buena parte de la sociedad romana. Una de las anécdotas más populares fue su decisión de designar como Cónsul a incitatus, un caballo blanco traído de Hispania.
Incitatus fue investido como cónsul, y recibió una villa con 18 sirvientes a cargo. También lo premió con una caballeriza de mármol y una esposa esclava humana, llamada Penélope, elegida personalmente por Calígula, que estaba obligada a mantener relaciones sexuales con el equino.
Estas conductas se desarrollaron en sólo 4 años de reinado, y sobre todo en los 2 posteriores a su grave enfermedad. Los rumores sobre complots y conspiraciones para poner fin a su mandato se multiplicaron, hasta que finalmente, terminó apuñalado durante una función teatral. Calígula murió de inmediato, y lo sucedió su tío Claudio.
Para no ser menos, Mesalina, la esposa de Claudio, no se distinguió por su recato. En una ocasión en que su marido debió ausentarse a Britania, Mesalina desafió a las prostitutas de un burdel al que asistía con frecuencia a una competencia consistente en mantener sexo con la mayor cantidad de hombres posibles durante una noche.
Las prostitutas aceptaron el desafío y enviaron a la más famosa, una siciliana llamada Escila, al Palacio, donde tendría lugar el evento. Pero Escila no fue una rival de fuste para la emperatriz, ya que se rindió después de haber mantenido relaciones con 25 hombres, mientras Mesalina mantenía toda su enjundia y apetito sexual. Al amanecer, ya había despachado a 70 hombres, y aún declaraba sentirse insatisfecha.