El en su rueda de prensa del pasado jueves, el vocero presidencial, Manuel Adorni, descartó que el ministro del Interior, Guillermo Francos, hubiera presentado su renuncia, afirmando que se trata de «un rumor que generó la prensa sin sustento». Y, para tratar de darle mayor entidad a lo dicho, agregó que «En el Gobierno no hay una sola interna. Todo es rumor. En línea con esos rumores, lo de Francos es solo un rumor que generó la prensa sin ningún tipo de sustento. Es falso de toda falsedad».
Desde hace varios días, las versiones sobre una posible renuncia de Francos comenzaron a circular. La especie se originó luego de que el presidente Javier Milei acusara a legisladores de tener prácticas que no son acordes con la formalidad para avanzar en ciertos tratamientos legislativos y de “buscar coimas”. El Ministro del Interior ya estaba muy molesto por las condiciones en que debía dialogar con gobernadores y legisladores: no estaba autorizado para cerrar ningún acuerdo; le habían quitado las cajas del ministerio para reasignarlas a economía y ya había tenido que desistir de presentarle algunos planteos que recibía porque provocaban la ira presidencial. Las afirmaciones de Milei sobre los legisladores entorpecieron aún más las negociaciones para tratar de viabilizar la aprobación de la denominada “Ley Ómnibus”, y desde su entorno filtraron que, disconforme con el tratamiento que recibía, estaba decidido a presentar su renuncia. No fue un “invento de la prensa”, como maliciosamente lo calificó Adorni: Francos se quiere ir si no recibe mayores competencias y reconocimiento dentro del círculo que rodea al presidente.
De hecho, en varias de las reuniones de mesa chica no fue ni siquiera puesto al tanto ni de la convocatoria ni de las resoluciones. Este miércoles, por ejemplo, Milei se reunió con legisladores del oficialismo, pero ni Francos ni Martín Menem, el Presidente de la Cámara de Diputados, fueron invitados.
Por ahora el Ministro del Interior sigue en su cargo y este jueves tiene planeado recibir al gobernador de Chubut, Ignacio Torres, con un tema principal de conversación: el capítulo pesquero incluido en la “Ley Ómnibus”, que ha generado resistencias dentro del sector productivo y el rechazo de la mayoría de los gobernadores patagónicos.
Sin embargo, la agenda de Francos parece estar organizada por decisiones propias, ya que el diálogo con Milei y su entorno está prácticamente roto.
Si volvemos a los dichos de Adorni, tampoco es cierto que «En el Gobierno no hay una sola interna”. La mayoría de los integrantes de La Libertad Avanza de la primera hora han sido excluidos, como en los casos de Marra, Pìparo o Lemoine. A niveles provinciales o municipales, la fragmentación y la ruptura son la característica en la mayoría de los casos. Y la Secretaría de Cultura está estallada por la intromisión de una funcionaria de La Cámpora, Isabel Pose, que se desempeñó en el disuelto Ministerio de la Mujer y que ahora ha sido empoderada en el de Capital Humano.
Pero el affaire Francos excede largamente a su protagonista, ya que forma parte del diseño de un golpe palaciego que tiene como protagonistas principales a Mauricio Macri y a la vicepresidenta, Victoria Villarruel. En los últimos días un medio periodístico lanzó la bomba: ambos se habrían reunido en Calafate, y el ex presidente le habría consultado a su interlocutora sobre su disposición a hacerse cargo de la presidencia en caso de que Javier Milei deba abandonar su cargo. «Con el desastre que está haciendo Javier la gente va a pedir que nos vayamos todos», habría pronosticado, palabras más, palabras menos. Más allá de la nebulosa que rodea a la reunión, el presidente está convencido de que el diálogo fluido entre ambos existe a sus espaldas, con una habitualidad que excede el enigma Calafate. Tampoco es una novedad, ya que viene produciéndose desde antes del balotaje, e incluso entonces Villarruel se animó a lanzar su propio sello y a convocar a una manifestación en su propio apoyo.
A Javier Milei le están rodeando la manzana. Su gestión navega en aguas de confusión e improvisación y sólo parece funcionar el plan de saqueo y empobrecimiento de la Argentina, implementado por el ministro Luis Caputo, que no es sino el plan económico convalidado por Mauricio Macri, y que muestra sensibles diferencias con las propuestas electorales del entonces libertario. De hecho, el ex presidente está presionando muy fuerte para que Francos vuele por los aires y sea reemplazado por Diego Santilli. Con los reveses judiciales en el ámbito laboral del mega DNU –el “misil contra la democracia”- y las contradictorias afirmaciones de los diputados aliados y consentidores seriales –UCR, peronismo cordobés, pichettismo y CC-, Milei necesitará cada vez más el apoyo de estos espacios legislativos que tanto desprecia, y deberá optar entre hacer mayores concesiones o avanzar por la vía autoritaria: ninguna de las dos aporta certezas sobre su futuro.
Francos, por su parte, tampoco le hace fáciles las cosas al presidente. En una reunión restringida en la Casa Rosada, le habría lanzado a la cara de Luis Caputo la siguiente pregunta: «¿Hasta cuando vos y Javier van a ajustar sin aumentos de salarios?, ¿Hasta cuándo crees que vamos a durar así como gobierno? Vos la haces fácil, después te escapas como con Macri»
El presidente sabe que entregar a Franco sería una señal inconfundible de debilidad, y mantenerlo un dolor de cabeza. Por esta razón le renovó la confianza y este jueves recibió a Guillermo Montenegro y a “Nacho” Torres, muy preocupados por el impacto de la “Ley óminibus” sobre la actividad pesquera en Mar del Plata y Chubut. El Ministro del interior aseguró que habían entendido mal el texto de la normativa, pero no dejó conforme a nadie, ya que todo el tablero político duda de las afirmaciones de Francos, ya que reiteradamente han sido desconocidas en los ámbitos decisorios de esta gestión. En el contexto del ajuste salvaje que fogonean Caputo y Milei, la cartera de Interior debe jugar un papel clave, que claramente no le habilitan a desempeñar.
A esto se suman otras tres cuestiones que generan preocupación. Uno es el alcance del paro con movilización programado por la CGT para el 24 de enero, que podría alcanzan la dimensión de un pronunciamiento popular en contra del programa económico y social del gobierno. El otro es el ensanchamiento de la brecha entre dólar oficial y paralelo, que súbitamente levantó vuelo con el inicio del nuevo año, y que volvería ineludible una nueva devaluación salvaje para febrero o marzo, sin que el gobierno considere incrementos salariales compensatorios. El tercero es cuál será la reacción del campo ante el incremento de las retenciones, considerando que es un electorado “propio” que podría escapársele de las manos.
Al presente, todo es incertidumbre. La previsibilidad que prometió Milei no aparece por ningún lado. El saqueo de las clases medias, los trabajadores y de quienes perciben asignaciones sociales estaba muy claro, salvo para los ingenuos votantes del actual presidente y los odiadores seriales del anti-pernismo. Martín Guzmán reapareció en escena para afirmar que el gobierno está preparando el camino de la dolarización. El interrogante es si conseguirá llevarla a cabo y a qué costo. Y allí aparecen como alternativas la confrontación social y la transformación de la Argentina en una gigantesca villa miseria. Y allí ya no habría punto de retorno.