El conflicto con los gobernadores no deja de incrementar su volumen y sus consecuencias resultan imprevisibles. Con sus agresiones, descalificaciones y amenazas, Javier Milei consiguió unir en un frente único en su contra a 23 de los 24 jefes de Estado provinciales de la Argentina, con la sola excepción del tucumano Osvaldo Jaldo, quien por estas horas no es más que un paria dentro de su partido y también para sus pares.
Sin contención psicológica ni habilidad política democrática alguna, el presidente responde a las declaraciones y a los disensos con la brutalidad primaria de un primate, con el único resultado de aglutinar en su contra a quienes nunca hubieran deseado compartir posiciones ni un espacio común.
Este sábado el presidente volvió a criticar a “Nacho” Torres: “Es un pobre chico que no puede leer ni un contrato”, afirmó. Y agregó que “Evidentemente, es una víctima del deterioro de la educación argentina”.
El gobernador de Chubut, gracias a Milei, logró en tiempo récord un impensado conocimiento dentro de la sociedad argentina, con su posicionamiento como defensor de los intereses de su provincia y de sus habitantes. Sólo faltaba que alguien asomara la cabeza para que el resto se encolumnara en una posición común: todos son víctimas de las políticas de saqueo y entrega del patrimonio nacional que impulsa el gobierno, y saben que el hilo se corta por lo más delgado: cuando las protestas sociales estallen, por su proximidad territorial ellos serán sus primeras víctimas.
Torres respondió con altura y educación a los insultos, chantajes y amenazas de Milei, y se mantiene firme en su determinación de cortar el abastecimiento de nafta al resto del país si el gobierno no ejecuta la coparticipación que le niega, incluso si, a causa de esa decisión, termina siendo detenido por la gendarmería. Su victimización incrementaría su capital político de manera simétrica a la pérdida que sufriría un Milei que ya resignó 15 puntos de aprobación según la reciente Encuesta del CEOP. El 75,9 % de los consultados dice que el ajuste lo paga la gente y no la casta. Según este sondeo, apenas el 6,7% cree que “lo paga la casta”, aunque en sus desordenados y fantasiosos posteos afirme que mantiene intacto el apoyo que le condujo a la presiencia.
Si bien legalmente un gobernador no estaría en condiciones de cortar el abastecimiento de combustibles, el problema radica en la actitud que tomaría el Gobierno Nacional. ¿Tendría los votos del “nido de ratas” del Congreso para autorizar una intervención provincial? ¿Se animaría con un gobernador del PRO? Y, finalmente, ¿le responderían las fuerzas de seguridad, alineadas en su mayoría con su vicepresidenta, Victoria Villarruel, quien está primera en el orden de sucesión en caso de renuncia o destitución de Milei?
Debilitado, fracturado y sin liderazgo, el peronismo no ha podido levantar la bandera de la rebelión contra el inestable presidente. Esta movida, coinciden algunos observadores bien informados, es toda de Mauricio Macri, quien no sólo habría alentado a Torres a rebelarse, sino que incluso habría conseguido que gobernadores radicales conservadores, como Cornejo o Valdés, respaldaran la medida. Incluso el correntino lo hizo pocos días después de haber sido beneficiado con un aporte significativo del Tesoro para el Carnaval provincial.
Si el conflicto escala y toma estado parlamentario, el futuro de Milei se complica. Si no reacciona ante la rebelión, su autoridad se verá dañada, y si lo hace por fuera de las instituciones estaría declarando la guerra civil.
Por su parte, Mauricio se cansó de los condicionamientos y procrastinaciones del gobierno y ahora va por todo. Ya sea a través de su plan B, Villarruel, o C, algún gobernador que le responda. Por ahora tiene la capacidad de jaquear al presidente hasta ponerlo al borde de la destitución. ¿Le alcanzará para sacar rédito de su movida?