Luego de una ardua y muy preocupante jornada para la Democracia en la Argentina, Javier Milei obtuvo un triunfo político decisivo sobre la “casta”. No importa si debió resignar provisoriamente varios de los ítems esenciales de su propuesta original, o el precio que debió pagar para conseguir un resultado favorable, entregando represas, embajadas o bitcoins. Para la realpolitik lo que importa son los resultados, y este miércoles el presidente los obtuvo.
Por cierto que queda mucha tela para cortar y que por ahora sólo pueden hacerse algunos pronósticos bastante imprecisos. Pero el titular excluyente es que el presidente podrá viajar a la reunión del G7 con una ley aprobada, que no es cualquier ley, sino que se trata de una reforma constitucional encubierta. Cierto es que, para la mayoría de los ítems sancionados le bastaba con el Mega DNU, pero se trataba de una herramienta claramente inconstitucional y sujeta a los humores de la Cámara de Diputados para mantenerse en vigencia. Ahora sólo le queda el trámite formal de la aprobación por parte de la Cámara Baja de lo decidido por los senadores, o bien su modificación para restituir los contenidos previos en caso de lograrse allí una mayoría especial. Ahora Milei tiene SU LEY y los mercados lo valorarán de otra forma. Tiene cuatro patas, ladra y mueve la cola: es perro, más allá de como pretenda interpretarlo la oposición más confrontativa, si es que algo así existe en nuestro país.
Milei cantó Victoria, justamente porque la vicepresidenta y titular del Senado terminó desempatando una votación que había quedado igualada en 36 votos. Muchos se quedaron pensando qué hubiera pasado si Villarruel reiteraba “la gran Cobos” y se oponía al proyecto oficial. ¿Hubiera provocado una crisis política que le habría allanado el camino de la sucesión presidencial? No le dio el cuero, por lo que quedó confirmada su lealtad a la coalición gobernante, pero también su subordinación al liderazgo de Milei.
Otros dos grandes vencedores fueron el Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y el asesor Santiago Caputo, quienes fueron los padres de la criatura en la complicada tarea de alcanzar el resultado esquivo. Utilizaron todos los métodos más condenables de la “casta” para domesticarla y lo consiguieron. La mayoría de los legisladores nacionales de ambas cámaras demostraron tener su precio, con lo que confirmaron tanto las acusaciones de Milei y compañía, sino también las razones del repudio popular.
Adicionalmente el gobierno recibió otro espaldarazo imprevisto con el anuncio chino de renegociación del pago de los SWAPs otorgados a nuestro país, y que implicaban un vencimiento inmediato de U$D 5900 millones, algo que los mercados ponían en duda hasta ayer. La decisión del coloso oriental dejó en claro, una vez más, que la ideología va por un lado y los negocios y la estrategia geopolítica, por otro. Simplemente, realpolitik.
El gran derrotado, una vez más, fue el cristinismo. No sólo no consiguió frenar la ley, sino que perdió a muchos aliados de sus propias filas en las votaciones en Senadores y en Diputados. Mientras que Cristina y Máximo se dedican a torpedear su propia coalición para tratar de conservar un liderazgo cada vez más raquítico, del otro lado de la antigua grieta celebran con bombos y platillos.
El último elemento para un análisis provisorio es la inédita represión en un gobierno democrático desatada por Patricia Bullrich. Queda en claro que las reformas sólo conseguirán aplicarse con una altísima dosis de represión. Y, a falta de una actitud confrontativa de los manifestantes en contra de la aprobación de la ley, optó por provocar el Apocalipsis para amedrentar a los movilizados de ayer y a quienes pretendan hacerlo en el futuro.