Javier Milei no dejaba de caer en las encuestas en los últimos meses, pero en los últimos días dos hechos permitieron modificar la curva y recuperar terreno. Muy modesto el giro, por cierto, ya que apenas se trata de un 1% según la encuestadora Analogías y de otras que trabajan para el oficialismo, pero en las cercanías del presidente cualquier señal favorable, por modesta que sea, merece una celebración excepcional.
Las razones de este cambio son dos: la denuncia de violencia de género agravada por el vínculo que cayó sobre Alberto Fernández, y el culebrón mediático armado en torno a las elecciones en Venezuela.
En ambos casos, se trata de estrategias exitosas de direccionamiento de la opinión pública, un ítem en el que el gobierno nacional se maneja con maestría. La asociación directa entre el cristinismo y Nicolás Maduro que se cansaron de denunciar los medios oficialistas y los funcionarios públicos tuvo su impacto, pese a que Cristina tomara distancias y exigiese la publicación de las actas electorales, lo cual la llevó a tener un enfrentamiento personal con las autoridades venezolanas.
El caso de Alberto Fernández es otro ejemplo de manipulación mediática. Los media oficialistas estaban enterados de la situación desde el mes de junio al menos, por lo que se habrían limitado a indicación oficial para hacerla pública. La primera objeción es la razón por la que circularon imágenes de la presunta víctima, Fabiola Yañez, que estaban en la causa pero que no deberían haber circulado para proteger a la afectada, que de este modo fue revictimizada. El impacto de la presión de los media fue tal que si bien en un principio manifestó su decisión de no efectuar una denuncia, finalmente fue inducida a hacerlo.
En las últimas semanas, y como correlato a los pésimos números que arroja la gestión Milei, aparecieron en los medios distintas cuestiones distractivas para enturbiar los ajustes. El caso Loan, la Copa América y ahora la divulgación del degradante comportamiento del ex presidente fueron utilizados para ese fin. Pero en este último caso, significó además un ataque directo al peronismo y al cristinismo, que fue sumado a los de José Alperovich y Fernando Espinoza para tratar de establecer un supuesto patrón de conducta que los caracterizaría.
Por cierto no sólo se encuentran casos de abusos o de acoso en esos espacios. Por estos días el diputado provincial misionero Germán Kiczka, presidente del partido Activar y aliado de LLA, debió renunciar ante las denuncias de que integraría una red de explotación de menores, siéndole descubierto abundantísimo material pornográfico. Claro está que, en este caso, los publicistas oficialistas miraron para otro lado.
No es cuestión de tratar de justificar, ni mucho menos, la conducta de Alberto Fernández comparándola con la de Kiczka, sino llamar la atención sobre la doble vara que aplican algunos oligopolios informativos. Pero también se debe reflexionar sobre la reiteración de hechos de abuso, explotación y acoso que surgen del universo político. Tal vez siempre haya sido así, sólo que antes no existían las redes sociales.