Día tras día, las novedades económicas y financieras de las que tomamos conocimiento los argentinos confirman la caída libre que experimentamos como sociedad. No se trata de cuestiones fortuitas, sino de las consecuencias de un plan de destrucción y de saqueo que implementó el gobierno actual desde mucho antes de asumir, y que ahora se ve reflejados en los resultados. Y aunque el gobierno sigue autoelogíandose por haber implementado el plan de ajuste más grande de la historia, lo que realmente está rebotando, “como pedo de buzo” –tal como le gusta argumentar al presidente- es la insatisfacción y la condena a su gestión y a su propia imagen.
Las últimas novedades informan que la actividad económica interanual para el mes de julio cayó un 1,3%, a excepción de las áreas beneficiadas por las políticas oficiales. En La comparación interanual, la agricultura y la minería fueron las únicas actividades que registraron crecimientos importantes en el mes, del 23,6% en el primer caso y del 5,7% en el segundo; y hubieron subas marginales en Transporte y comunicaciones, Enseñanza y Electricidad, gas y agua.
En cambio, diez sectores económicos experimentaron caídas en la comparación interanual, entre los que se destacan la Construcción (-14,8%) y Pesca (-9,9% ), la Industria manufacturera (-5,6%) y el Comercio mayorista, minorista y reparaciones (-5,3%).
De este modo, el proyecto de destrucción de la actividad comercial y manufacturera, y el empobrecimiento generalizado de la sociedad que lleva adelante Milei avanza viento en popa. La reprimarización de la economía argentina arrasa con todo.
Por el lado del consumo, los datos no son más auspiciosos. Las ventas en supermercados y comercios mayoristas se desplomaron un 10% interanual. El fenómeno del hambre en una economía que produce alimentos para 400 millones de personas es otra de las consecuencias del “cambio”.
El gobierno no puede adjudicar al azar el éxito de su programa y la opinión pública muestra señales muy claras de agotamiento de su tolerancia. Pero lo que preocupa en verdad a las autoridades es el escaso apoyo que recibe de los beneficiarios de su plan de concentración económica, reprimarización y exclusión social. Ni Elon Musk ni otros magnates elogiados constantemente por Milei van más allá de la foto, sin realizar inversiones concretas en nuestro país y los absurdos discursos presidenciales espantaron a Petronas de invertir U$D 30.000 millones en el megaproyecto de GNL.
Para colmo de males, el blanqueo no arranca. Apenas si los depósitos en dólares subieron apenas entre USD 5000 y 9000 millones, según datos oficiales del Banco Central, una cifra absurda comparada con el implementado por el macrismo sumó USD 118.000 millones, que era más caro, por lo que el gobierno debió extender por un mes la primera fase del blanqueo de capitales que vence el próximo lunes 1 de octubre por la magra recaudación.
«Recibimos muchas consultas, se multiplica exponencialmente la apertura de cuentas, pero los dólares se demoran en ingresar», confían desde el sector bancario.
Para peor, los bancos que reciben esos depósitos sólo giran una porción mínima al Banco Central, ya que temen que los depositantes los retiren en el corto plazo. De este modo, tampoco impactaron en las reservas, ya que «Los dólares entraron a la cotización del CCL, para salir más barato vía MEP o pasar directamente a una caja de seguridad. No hay ningun indicio de que queden adentro para fortalecer el sistema financiero local», según otra fuente calificada del sistema bancario.
Nadie confía en este gobierno, y la mayoría espera grandes turbulencias sociales que podrían poner en riesgo sus inversiones. El gobierno cosecha su siembra: profetizó el Apocalipsis y corre el serio riesgo de contarse entre sus propias víctimas.