El PRO es una sombra lánguida de lo que supo ser. En la actualidad su caudal electoral, según afirman las encuestas disponibles, apenas alcanza los niveles de la izquierda. E incluso, en algunas, queda por debajo de ella.
Mauricio Macri sabe que su capital político se ha derrumbado y que también su capacidad de negociación tiene fecha de vencimiento: hasta cierto punto le alcanza mientras sus votos en el Congreso resulten indispensables para permitir la aprobación de las iniciativas gubernamentales. Pero, aún así, se trata de un dato engañoso, ya que, en el pasado, a menudo ha debido aportar sus votos a cambio de nada, ante el riesgo de que sus legisladores pegaran el salto a LLA, algo que la enorme mayoría de su electorado ha hecho hace tiempo.
A ciencia cierta, Macri no sabe cuántos de quienes considera como su tropa le responden realmente. ¿Lo hace el jefe de su bancada, Christian Ritondo? ¿Qué pasa con el resto? Pese a que despotrica cada tanto en los medios amigos, sus amenazas y denuncias no causan efecto alguno. Tal vez la movida más acertada haya sido la que se le adjudica en torno a la detención y destitución del ex Senador Edgardo Kueider, merced a su estrecho vínculo con el ex presidente paraguayo y hombre fuerte del régimen guaraní actual, Horacio Manuel Cartés. Pero se trata de un éxito que, en caso de ser de su autoría, no puede capitalizarlo públicamente a riesgo de reflotar las certezas sobre su accionar mafioso, que siempre le rodearon.
Tampoco le va bien a su aliada política, la vicepresidenta Victoria Villarruel, caída en desgracia desde hace tiempo, y sobre la cual pesan presiones muy fuertes para obligarla a renunciar.
Tampoco le va mejor a su primo Jorge Macri en la Jefatura de Gobierno de la CABA, donde el desgaste de potencial político en el distrito que supo ser monopolio y cuna del PRO resulta muy pronunciado. En diversas declaraciones los primos Macri han puesto en cuestión la posibilidad de establecer una alianza en el distrito porteño, tratando de circunscribir una eventual alianza a la provincia de Buenos Aires y a algunas provincias. Saben que el presidente les exigirá la parte del león en todas partes, lo que en el caso de la CABA sería para el partido amarillo un verdadero golpe letal.
Pero Javier Milei sabe dónde pegar, y en el brindis de fin de año atacó con dureza al afirmar que el oficialismo no va a “engañar al electorado”. El golpe cayó como un mazazo en plena cara de Mauricio Macri. Si con el PRO no vamos juntos en todos lados competiremos por separado”, afirmó el primer mandatario.
Ante la contundencia de las declaraciones de Milei, el ex presidente volvió a victimizarse, denunciando el “destrato casi permanente” a que lo somete la gestión de Milei, pese a sus constantes señales de apoyo y su voluntad de acompañar las políticas del gobierno. Justamente esta actitud de subordinación refleja su propia debilidad, y el león huele la sangre del adversario herido. ¿Para qué molestarse en concesiones, si Macri está obligado a acompañarlo a riesgo de perder lo poco que le queda de su propio electorado?
Tal vez el único, dentro del gabinete nacional, que apoya un entendimiento electoral con Mauricio Macri es el Ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, quien argumenta que resulta necesario fortalecer sus bases de respaldo político para posibilitar la aprobación de un rápido acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), algo que a su juicio resulta indispensable, sobre todo después de los contratiempos sufridos en la cotización del dólar durante la semana que pasó.
Pero el “Toto” está solo, ya que los otros componentes del “Triángulo de Hierro” de Milei, la Secretaria General de la Presidencia, Karina Milei, y Santiago Caputo, el Mago del Kremlin, pretenden que el oficialismo compita en las elecciones legislativas del próximo año sin un acuerdo con el partido amarillo, para así concluir su tarea de demolición.
El único que parece compartir la posición del “Toto” Caputo es el Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, quien desde su tradicional posición dialoguista afirmó que “hay muchas posibilidades de tener conversaciones y de acordar temas” y que no imagina una elección en la que vayan separados del PRO. “En algunos distritos podemos encontrar temas de unión, si nos dispersamos no va a ser bueno para este espacio”, sostuvo.
Pero la posición de Francos no puede ser tenida en cuenta ya que a menudo ha sido desmentido y disciplinado por el Triángulo de Hierro. A la postre terminará haciendo lo que le ordenen, la cual es su costumbre.
En síntesis, no habrá lugar para sutilezas. O Mauricio Macri se rinde de modo incondicional, o deberá morder el polvo de una derrota apabullante en las elecciones de medio término. Esta ruptura podría significar un enorme riesgo para el gobierno, ya que, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, es posible prever una elección cabeza a cabeza. Pero es un gobierno al que tomar riesgos aparentemente irracionales le seduce, y mucho, por lo que no cabría esperar que, en los próximos comicios, modifique esa conducta..