Mientras que el escándalo de la estafa que involucra a Javier Milei y a su hermana Karina no deja de crecer en el plano internacional, en la Argentina el eficaz blindaje mediático que ha diseñado el gobierno nacional pretende invisiblizarlo, bien ofreciendo argumentos absurdos que pretenden desligar de toda responsabilidad al presidente, bien tratando de enfocar sus cañones advirtiendo del riesgo de un retorno de lo que denominan como “corrupción K”. Los más pragmáticos sostienen que al pueblo argentino no le preocupa demasiado la honestidad de los hermanos Milei mientras se mantenga el dólar planchado y la inflación controlada. El verdadero problema radicaría en el desfile por los tribunales de más de 30 Estados norteamericanos que debería afrontar el mandatario argentino, además de la posibilidad de una investigación de la SEC y del FBI. Mientras que en estos últimos casos quizá Donald Trump podría proveerle protección, el funcionamiento de la justicia norteamericana la exime de tener que subordinarse a las órdenes del gobierno federal.
El papelón de Jonathan Viale en la entrevista con Javier Milei de la semana pasada proveyó, inesperadamente, de una nueva fuente de distracción, que posibilitó a los publicistas mediáticos anatemizar a Santiago Caputo. Sin embargo, se trata de un argumento endeble, ya que, en definitiva, la tarea de un asesor consiste en proteger a su jefe. En síntesis, el Mago del Kremlin sigue en su puesto, sin pagar más daño que los embates reiterados de Mauricio Macri y de unos cuantos comunicadores bien recompensados por el gobierno.
En términos políticos, al gobierno tampoco le fue mal en el tratamiento legislativo de sus iniciativas: se suspendieron las PASO y no pudo conformarse una Comisión Investigadora para la estafa de $LIBRA. Sí, en cambio, se complicó la designación de Ariel Lijo a la Corte Suprema. Pero como la síntesis no fue otra que la confirmación de la amoralidad de la “casta” que todo lo aprueba si existen los estímulos adecuados, el gobierno planea designarlo por Decreto, tal como lo hiciera Mauricio Macri con dos de los actuales miembros de esa institución. ¿Habrá fuegos artificiales de la oposición para descalificar el proceder oficial? Tal vez, pero sólo serviría para invisibilizar un poco más la cripto estafa.
Lo que realmente preocupa al gobierno no pasa en la Argentina. Las autoridades se cansaron de jurar y perjurar que el FMI no exige devaluación para hacer llegar dólares frescos a nuestro país, y la bendición que le propinó Donald Trump al presidente argentino el pasado sábado les hacen creer que el camino está bastante allanado. Si finalmente se produce la llegada de esos ¿U$D 11.000? –o la cifra que fuese-, sumados a los U$D 4 o 5000 millones que quedan del blanqueo, podría arribarse sin sobresaltos a las elecciones de octubre. Después será otra cosa.
Todo parece confirmar la hipótesis de que, con dólar planchado e inflación controlada, el malhumor social no siente la necesidad de explicitarse. Si bien Milei ha caído un poco en la consideración de los indecisos, según muestran las encuestas, mantiene firme su núcleo duro, a lo que deben sumarse los constantes errores, contradicciones y genuflexión de una “oposición” que más bien parece ser una oficina a sueldo del oficialismo.
El único elemento que perturbó el amainamiento del clima apocalíptico de los primeros días de la estafa cripto fue la recepción que recibió Karina Milei en el Club Pinocho de Parque Saavedra, en la que debió afrontar un escrache de los vecinos, al son de la consigna «¡estafadores, estafadores!», cuando se disponía a encabezar un acto proselitista de La Libertad Avanza. La hermana presidencial llegó protegida por una nutrida custodia, y fue necesario tender un numeroso cordón policial para posibilitar la realización del evento.
¿Hecho aislado o primera expresión de descontento público de la clase media porteña? El gobierno tiene en claro que puede domesticar y manipular a encuestadores, políticos y medios de comunicación. ¿Podrá hacer lo mismo con el voto ciudadano?
Señales contrapuestas
