El Secretario de Cultura, Leonardo Cifelli, no deja de superarse cada día. Lamentablemente no en cuanto a los méritos de su gestión, sino de los papelones y acciones que deja en claro que el cargo le queda demasiado grande. Cualquier presión o cuestionamiento que sufre tienen como respuesta inmediata un ataque de pánico y la fuga. Ya le pasó unos días atrás, cuando ante la movilización de los actores de la cultura nacional ante el anuncio de despidos generalizados en el CFK no tuvo mejor idea que escaparse, dejando la papa caliente a sus subordinados. Cuando parecía que esa indecorosa actitud no podría ser superada, Cifelli sorprendió a todos. Al presentarse ante los diputados nacionales para defender los artículos del Mega DNU y de la Ley ómnibus que significan el epitafio para la actividad cultural nacional, entró en un nuevo ataque de pánico: incapaz de expresarse en lenguaje coloquial decidió leer su intervención, pero aún así la tarea quedó inconclusa y ni siquiera pudo terminar con la lectura. El papelón fue tal que los propios diputados de La Libertad Avanza no pudieron contener las críticas: “!Que desastre este muchacho…! ¡Qué vergüenza!”, comentaban, sin poder ocultar su asombro.
Esta mañana, Cifelli concurrió al Plenario de Comisiones de la Cámara de Diputados junto con el Secretario de Educación, Carlos Torrendell, y el Secretario de Infancia y Familia, Pablo de la Torre. Los tres se desempeñan bajo la órbita del Ministerio de Capital Humano, pero la super ministra, Sandra Pettovello, decidió faltar a la cita sin aviso. Cifelli se presentó como alguien que trabajaba en el ámbito teatral desde la juventud, y enfatizó que defendería “el plan cultural” de la “ley ómnibus” enviada al Congreso por el presidente Javier Milei.
Inmediatamente se puso a leer el discurso que traía preparado. “No hay plata. No es un lema; lamentablemente, es la realidad. Necesitamos una gestión eficiente de los recursos y una administración transparente”, sostuvo en línea con el discurso oficial. E inmediatamente planteó, siguiendo esa argumentación, que las opciones que afronta la Argentina son claras: “Casta o libertad. Esta ley es una condición necesaria. Hay que revisar una estructura que no funciona y es deficitaria. La ‘ley Bases’ integra un conjunto de administraciones que el Congreso debe aprobar para reencauzar el país”. El plan cultural del Gobierno gira en torno a los “verdaderos valores”. Cabe aclarar que, según su propia definición, se estaba dirigiendo a la “casta” que debería convalidar la sentencia de defunción para la cultura nacional.
El Secretario de Cultura continuó con su lectura, afirmando que las claves de su gestión serían la libertad, la transparencia, la eficiencia y el progreso.
“Al asumir nos encontramos con entes descentralizados enormes con más puestos de trabajo que funciones concretas, con organismos que tienen asignados los mismos objetivos, tareas y funciones; con gasto público, no con inversión”, sentenció, sin presentar ejemplo alguno. E inmediatamente anunció que “Vamos a reducir el aparato estatal, centralizar tareas y funciones y modificar la estructura para reasignar programas que van a depender de forma directa del presupuesto nacional y de la administración central”.
Cifelli afirmó que la Secretaria de Cultura de sustenta con presupuesto propio, aunque todos estuvieran al tanto de que se quedó sin caja, ya que el Ministerio de Capital Humano le pasó la motosierra y se apropió de ella, para ponerla en manos de la camporista y feminista Isabel Pose. Sin ponerse colorado sostuvo que las medidas que disponen el Mega DNU y la Ley ómnibus “no son en contra de la cultura sino que son a favor de la cultura”, a pesar de que disponen el cierre del Instituto del Teatro, el Fondo Nacional de las Artes y la Conabib, entre otros organismos clave para apuntalar la actividad cultural nacional.
El Fondo Nacional de las Arges (FNA) y el Instituto Nacional del Teatro (INT), pasarían a ser “programas activos bajo la órbita de la Secretaría”. “Cada uno de ellos conservará su fin” de “apoyar a los artistas”, dejando de ser organismos autárquicos y descentralizados, para pasar a depender de una caja que ya no está en la órbita de Cultura. Más aún, la tasa con la que se financia el FNA, ha sido suprimida por la “Ley Bases”.
“El Incaa necesita modificaciones urgentes”, continuó Cifelli, en los apenas 6 minutos que duró su exposición. “Los argentinos deben tener mayor conocimiento de lo que se hace con sus recursos, por eso necesitamos mayor control”, y aseguró que “Si se aprueba esta ley, estaremos en condiciones de exportar más cultura argentina al mundo”. ¿Con qué financiamiento podría sostenerse ese objetivo? Los diputados se miraban entre sí de manera cómplice: “Es un alienado”, comentaban.
El Secretario de Cultura “olvídó”, en sus breve discurso, hacer referencia a la derogación de la ley 25.542 que, protege la actividad editorial y la actividad de las librerías, que deberían cerrar inmediatamente ante la competencia de los supermercados, por ejemplo.
La diputada radical Danya Tavela cuestionó las afirmaciones de Cifelli y pidió precisiones acerca del “ajuste” estatal. “El plan cultural, al que voy a llamar ‘el plan no hay plata’, es un retroceso absoluto respecto de lo que plantearon los otros dos secretarios.”, objetó. Si bien “Hay que trabajar en un reordenamiento pero no creo que el equilibrio fiscal tenga que ver con dos mil millones de pesos que el Estado se ahorraría. La educación, el bienestar y la cultura forman parte del progreso y nos hacen grandes como sociedad argentina”. También interrogó sobre quiénes serían los beneficiarios de la derogación de ley 25.542.
Otra diputada radical, Natalia Sarapura, destrozó el “plan cultural” de Cifelli. “No se explican las razones para tomar esas medidas.” “Usted, secretario, ha dicho que se necesita transparencia. Denos las pruebas para eliminar el FNA o el INT”, desafió.
Otros diputados pusieron en duda que los funcionarios de Cultura estuvieran al tanto del impacto que causaría en las provincias el cierre de organismos culturales como el FNA, el INT, el Instituto Nacional de la Música y el Incaa. “La existencia de esos institutos tiene una razón de ser, y es la defensa del arte independiente –sostuvo la diputada de izquierda Romina del Plá-. Cuestionamos ese articulado, como el de toda la ley, y queremos que en el Congreso se apruebe la creación del Instituto Nacional de la Danza”.
Abrumado, Cifelli se limitó a meter el bocadillo de que “no se cerrarían ni desfinanciarían organismos culturales”. Y explicó que el Congreso debería aprobar presupuestos “acordes a la realidad que nos convoca pero siempre en favor del desarrollo cultural”. Y en seguida siguió con su lectura, sin responder las preguntas e intervenciones de los legisladores: “La Secretaría de Cultura tiene plena capacidad como organismo público específico para administrar los medios de fomento de las actividades culturales. Se busca hacer más eficiente el gasto”. A lo que el legislador Germán Martínez, de Unión por la Patria, le recordó al secretario que “el presidente de la Nacion prorrogó la vigencia del presupuesto de 2023 para 2024”, razón por la cual el Congreso no tenía presupuesto alguno para aprobar para este año.
El diputado socialista Esteban Paulón, sin filtro, caracterizó al proyecto cultural del Gobierno como un “plan de demolición de la cultura”. “El secretario de Educación habló de la importancia de las bibliotecas pero ahora vamos a desfinanciar a las bibliotecas populares”, dijo en referencia al recorte presupuestario que la “ley Bases” le impone. La Conabip fue creada por Domingo Faustino Sarmiento en 1870…
El diputado de Juntos por el Cambio Hernán Lombardi, como era de esperar, le tiró una soga a Cifelli. Después de elogiar a la cultura y mencionar a André Malraux (escritor y ministro de Cultura francés), reclamó una política cultural sólida. “Ante algo tan importante como es la cultura, administrar bien es muy importante. No puede ser que todo se vaya en gastos administrativos. Tenemos que tener un acuerdo más maduro para que nuestro dinero no se vaya en burocracia”. E inmediatamente criticó la prórroga por cincuenta años de las asignaciones específicas destinadas a cultura aprobada en 2022, que asoció a un modelo burocrático e ineficente que caracterizaría al Incaa. “No podemos eludir ese debate”, reclamó.
Prácticamente nadie respaldó a Lombardi. Hugo Yaski, diputado de Unión por la Patria, objetó que Cifelli estuviera leyendo su discurso, ya que “es actor, y un buen actor no lee”. También cuestionó la falta absoluta de respuestas del funcionario a las inquietudes e intervenciones de los diputados, y lo invitó a explicar por qué el gobierno “está dispuesto a llevarse puesta a la Cultura Nacional“. Visiblemente superado por la situación, no encontró mejor argumento para responder que afirmar que “No soy actor, soy productor. Los actores se saben el libreto de memoria. Los productores en general no lo sabemos”.
Después de reconocer que no sabía cuál era el programa que se apresta a aplicar en Cultura, más que oficiar como mandadero de lo que se le imponga desde el gobierno, Cifelli tuvo otro ataque de pánico, no pudo terminar su discurso y cerró allí su intervención. Un papelón más y mucho más evidente y explícito que los anteriores.
Queda en claro que la tarea que aceptó desempeñar Cifelli excede largamente sus capacidades. Sobre todo porque la cultura, lejos de quedarse en silencio, no cesa de hacerse escuchar en su lucha por la supervivencia. Este miércoles hubo un “cacerolazo cultural» que volverá a repetirse hoy. «Encendamos la lucha para que no se apague la cultura», fue el lema que convocó a casi 2 mil personas en las inmediaciones del Congreso Nacional. También hubo actos en La Plata, Mendoza, Mar del Plata, Rosario, Santiago y Bariloche entre otras urbes, y del que participaron representantes de la Asociación Argentina de Actores, la Asociación de Profesionales de la Dirección Escénica Argentina, también estudiantes de la Universidad Nacional de las Artes Audiovisuales, representantes de la Red de Bibliotecas Populares, de la Cámara Argentina del Libro, editores, artistas independientes y miembros del Sindicato de Músicos de Argentina.
Luis Ali, actor y miembro de la Asociación Argentina de Actores. Sostuvo que «Esto es un avasallamiento contra toda cultura pero además es un golpe al trabajo. Esto es un disciplinamiento general contra el carácter contestatario de la cultura, una impronta que tienen especialmente el teatro y el cine independiente».