El presidente salió a celebrar el superávit fiscal y financiero alcanzado en el mes de enero. Pisando partidas, desabasteciendo a los comedores populares, eliminando las partidas para los enfermos de cáncer, limitando a la mínima expresión los giros a las provincias y liberando precios de bienes y servicios, consiguió un resultado que garantiza una crisis humanitaria a corto plazo.
Incluso para muchos economistas enrolados en la escuela liberal, el resultado no pasa de ser una manipulación más de las que nos tiene acostumbrado el actual gobierno. En realidad se trata de un superávit ficticio, sustentado sobre la supresión de partidas para obras de infraestructura, salud, educación, despido de empleados públicos y envíos a provincias, que generan reclamos y conflictos y que, más temprano que tarde, terminarán estallando.
La economista Marina dal Poggetto, Directora de la consultora Eco Go, cuestionó la posibilidad de sostener el resultado fiscal de enero. “La pregunta es si una megalicuación malthusiana de las jubilaciones, corte total de la obra pública y prácticamente total de transferencias a provincias, generando conflicto distributivo no solo entre capital y trabajo, sino entre la Nación y las Provincias, es sostenible”. Y agregó que: “Después del fracaso de la ley ómnibus. Milei tildó de traidores a los gobernadores. No hay una ‘Liga de Gobernadores’, no todos quieren estar del mismo lado, pero el riesgo es que los junte a todos”.
Un estudio del IERAL sobre el mega ajuste fiscal aplicado durante los primeros 60 días de gestión de Milei, sostiene que “Sólo puede darse por única vez“. El trabajo compara, además, 5 indicadores sobre la evolución de la actividad económica en la etapa inicial del gobierno de Macri vs igual período del gobierno de Milei, que presentan resultados mucho peores a los de la actual gestión.
Con los jubilados y pensionados al borde de la catástrofe humanitaria, indicadores de pobreza y, sobre todo, de pobreza infantil desesperantes, la supresión del Fondo de Incentivo Docente (Fonid) y el Fondo Compensador del Interior, y el desabastecimiento de los comedores populares, todo parece confirmar la afirmación de Dal Poggetto de que Milei está aplicando una política “malthusiana”, para suprimir a los más débiles. ¿Se iniciarán las clases? ¿Aceptará pasivamente la CGT el nuevo saqueo de las obras sociales que pretende imponer por decreto el gobierno? ¿Podrá surfearse la catástrofe del sistema de salud, con las oleadas de expulsados de las prepagas por los irracionales aumentos de precios presionando sobre el desfinanciado sistema público? La sincronización del “Plan Malthusiano” es tal que nadie podría adjudicarlo a la casualidad.
“Se está componiendo una geografía muy crítica. Los comedores agotan reservas y en dos semanas se quedan sin insumos; las madres advierten que no podrán mandar a todos sus hijos a la escuela y terminan priorizando a los más pequeños; la asistencia estatal queda tan atrasada que ya no alcanza para cumplir su función original. Y un destructivo componente adicional, que en la crisis de 2001 no estaba presente: la profunda penetración del factor narco.”, afirma el editor de uno de los principales multimedia argentinos. E inmediatamente cita a un viejo conocedor del conurbano: “Los pibes de 16 años, que no van a la escuela, y están en una familia empobrecida, van directo al paco y de ahí salen de caño. Esto es algo generalizado.”
Llamativamente, las principales críticas y dudas sobre el “Plan Malthusiano” de Milei surgen del propio liberalismo argentino. No de la política, que parece continuar ciega, sorga y muda, sino del área de la economía y el análisis político. Hasta ahora, el gobierno viene ganando la batalla mediática apelando a métodos autoritarios y un inteligente manejo de las redes sociales. Con esto le ha bastado hasta ahora, pero no parece suficiente para afrontar las reacciones sociales, organizadas o desarticuladas, que promete el mes de marzo con su nuevo arsenal de saqueo sobre la mayoría de los argentinos.