En contraposición con la imagen pública y los discursos triunfalistas que ensaya constantemente Javier Milei, en el gobierno hay preocupación por las reacciones que puedan generar su presencia en el territorio electoral bonaerense de cara a las elecciones provinciales de septiembre. Las últimas encuestas resultan muy preocupantes, ya que su imagen positiva apenas supera el 40%, mientras que el rechazo escala al 57%. También revelan que las expectativas de la sociedad sobre el curso de la economía resultan negativas, que el 70% de los argentinos no llegan a fin de mes, que el pluriempleo se multiplica y el temor por la pérdida del empleo ha superado con creces al miedo a la inflación en los últimos meses. Un dato adicional y no menos preocupante es que la mayoría responsabiliza al gobierno actual de la crítica situación económica, y que, de ese 42% que lo sigue respaldando, apenas un 23% lo hace con convicción.
Junto con los datos de los encuestadores que encienden las primeras alarmas, los de la realidad no ayudan a sostener la perspectiva de una mejora. La economía está en virtual recesión; las suspensiones, despidos y cierres de plantas de empresas líderes se incrementa; y la tasa de interés del 65% que el gobierno debió aceptar en el canje de vencimientos con los bancos del día de ayer –y de los que apenas consiguió renovar en un 75%- virtualmente cancela cualquier posibilidad de financiamiento de proyectos productivos. La caída drástica en la capacidad de compra de los salarios, jubilaciones y pensiones desalienta cualquier política de inversión productiva privada, y el 25% de los vencimientos que quedaron liberados amenazan volcarse sobre el dólar. Tal como están las cosas, la habitual dolarización preelectoral se cierne como una nube turbulenta sobre el futuro próximo del gobierno.
En estas condiciones, la alarma se ha encendido en el gobierno nacional. Después de su dura disputa Karina Milei tuvo que reconciliarse con Santiago Caputo para asignarle la dirección de la campaña electoral, pero quedan muchas dudas sobre cuál será la química de su relación con los Menem en lo sucesivo. La consigna, por ahora, es tratar de cuidar a Javier Milei de probables abucheos y expresiones de repudio, por lo que se postergaron sus apariciones públicas para los 10 días previos a la elección provincial, y aún así hay dudas de que se lleven adelante. En caso de confirmarse su participación, “Seguramente va a ir a lugares amigables, donde podamos ganar. Por ejemplo, las zonas chacaraeras, después de la baja de retenciones, seguramente sean terreno fértil”, afirmó uno de los principales responsables de la campaña.
Así las cosas, desde el gobierno han instado a sus aliados a “ponerse más las pilas” y cargar sobre sus hombros el peso de la campaña. El problema es que, en general, ocupan lugares relegados en las listas, aunque sean quienes tienen mayor inserción en sus distritos.
De las dos opciones posibles para encarar la campaña –tratar de sumar sobre los indecisos o fidelizar las minorías intensas, tratando de desalentar la participación electoral-, el gobierno ha optado por la segunda opción. Esto implica insistir con un discurso basado en desacreditar la política y generar sospechas sobre un eventual fraude, para luego montarse sobre esta última falacia para justificar un eventual resultado negativo, tal como lo han hecho Jair Bolsonaro y Donald Trump en su momento. Con las variables económicas cada vez más deterioradas se prevé que el gobierno potenciará su sesgo cada vez más autocrático, la virulencia de las intervenciones mediáticas y en las redes sociales y el despliegue de acciones represivas.
De todos modos, y ante la ausencia de cuadros con fuerte inserción territorial en las listas, la presencia de Javier Milei es juzgada como indispensable por los estrategas. “La marca no es lo único que importa. Sirve, claro, pero se necesita que el propio Milei se involucre y que los candidatos convenzan”, admiten. Pero esta urgencia conlleva el riesgo de reacciones de rechazo y manifestación de malhumor social, por lo que se irá evaluando esta alternativa sobre la marcha, a la luz de lo que vayan indicando las encuestas.
El gobierno se juega demasiado en las elecciones de medio término, y el riesgo de perder el apoyo geopolítico y del establishment internacional es una variable muy tangible. Pero además de una eventual derrota, también sería un pésimo indicador la explicitación de acciones significativas de conflictividad o malhumor social. Hasta ahora, ha conseguido aplicar la motosierra sin mayores reacciones en la sociedad, pero esto debe seguir del mismo modo para evitar que sus aliados internacionales le den la espalda.