En una reciente reunión con empresarios de alto nivel, uno de los participantes atribuyó al Ministro de Economía, Luis Caputo, la siguiente sentencia: “Javier no está del todo bien, pero en estos días, ¿quién no tiene problemas mentales?”
Caputo ha sabido explotar las carencias de Javier Milei. Su arribo al poder sin contar con equipos, ni plan de gestión, ni estabilidad emocional, ni la competencia mínima requerida para el ejercicio de la primera magistratura. De panelista mediático pasó casi sin escalas a la presidencia. Otro colega suyo, Volodymyr Zelensky, pasó de ser participante de un reality a llevar a su nación a la catástrofe. Cuando se habla del impacto de la pandemia y de la crisis de los partidos políticos, no resulta difícil encontrar ejemplos que lo corroboran.
Caputo le vendió un plan económico “llave en mano” a un candidato presidencial sin rumbo, que lo compró agradecido y le dio plenos poderes para implementarlo, mientras que la sociedad no estalle. Rápidamente llenó de nombres propios todas las áreas estratégicas de economía y el Banco Central. No le costó mucho implementar una nueva bicicleta financiera, aspirar los ahorros de la clase media, destruir la capacidad de compra de los salarios y generar altísimos niveles de inflación para licuar pesos y dólares y empobrecer de manera inédita, en tiempo récord, a la mayoría de los argentinos. Combinado con la motosierra a full, que liquidó la obra pública, obligó a cerrar o puso al borde del cierre a miles de PyMES y comercios, y ante la nula capacidad de reacción o voluntad de asomar la cabeza de la dirigencia opositora, hoy en día se lo nota exultante.
Pese a la confianza absoluta que tanto Milei como él han expresado en la “mano invisible del mercado”, ahora reconoce que a las prepagas “se les fue la mano”, se nota confiado en que “la inflación de marzo va a estar en torno al 10%” y desafía a ese mismo mercado cuando de salarios se trata, asegurando que no le homologará la paritaria a Camioneros. En síntesis, mientras que los precios de productos y servicios tienen la bendición del gobierno para escalar hasta dónde les parezca, los salarios son sujetos a la aprobación del gobierno. Aquí el socialismo desplaza al liberalismo. Tal como sucedió con Domingo Cavallo en 1983, cuando socializó la deuda privada, estatizándola, aplicando el viejo axioma del liberalismo de que las ganancias son privadas pero las deudas son públicas.
Caputo sabe que, al menos hoy en día, Milei no puede prescindir de sus servicios. Dicho de otro modo, el presidente debe aceptar las decisiones de su funcionario si no quiere ver colapsada su gestión. El ministro de Economía lo sabe, y gana espacio mediático: afirma que ya “no hay razones macroeconímicas” para que haya una suba del Índice de Precios (IPC) en la Argentina y hasta se anima a afirmar que el Fondo Monetario Internacional (FMI) –que lo descalificó sin miramientos en su anterior gestión- «está demasiado contento con la situación actual».
«La clase media es la que está haciendo el mayor esfuerzo», reconoce Caputo, y no olvida mencionar que le tiró un hueso, un plan, a quienes votaron a Milei para terminar con los “planeros”.
«La alternativa nunca era mejor, era Venezuela estábamos en ese camino», asegura. Ningún economista serio lo cree, pero sí lo inverso: las políticas de Milei y Caputo nos llevan directamente a convertirnos en Argenzuela. De hecho, ya superamos los indicadores inflacionarios de ese país.
«Esta vez vamos a salir con el esfuerzo que estamos haciendo es la consecuencia de 20 años de populismo», asegura, olvidando que buena parte de lo que nos sucede es la consecuencia de la deuda irracional que tomó en su anterior gestión del FMI, para dilapidarla en la colectora de la fuga de divisas.
Finalmente Caputo adelanta que la semana próxima que viene viajará a Estados Unidos y negó que haya un préstamo de 15 mil millones de dólares. «No hay un preacuerdo, estamos hablando del programa nuevo, explicándoselo», declara con suficiencia. «Ellos están demasiado contentos con la situación actual. Es raro, porque, técnicamente, cuando un país está yendo al FMI es porque le va mal. Ahora lo hacemos con la cosa yendo bien. El Fondo no tiene apuro, porque (el titular del Banco Central, Santiago) Bausili le compra 200 millones por día. Entonces están cómodos».
Después lanza la motosierra contra los trabajadores. Exige la implementación del impuesto a las ganancias; asegura que no homologará la paritaria de camioneros. En el discurso de Caputo todo se orienta a favorecer la especulación financiera y la concentración del ingreso y de la propiedad. No hay una sola palabra dedicada a la recuperación productiva, ni a eventuales mejoras en la capacidad de compra de los salarios. El plan de saqueo, por ahora, funciona a la perfección, ante la pasividad de la oposición política y sindical. ¿Para qué cambiarlo entonces?