• 01/10/2024 08:20

La UCA publicó un calamitoso informe en el que consigna que la pobreza alcanzó al 55% de la población y la indigencia el 18% para el primer trimestre de este año

May 26, 2024

El informe que publicó el Observatorio de Deuda Social, correspondientes al primer trimestre de este año, presentan indicadores catastróficos que superan a los históricos de 2002. ¨Las políticas de licuadora y motosierra del gobierno de Javier Milei han provocado un verdadero Apocalipsis en la sociedad argentina, mientras que el presidente divide su tiempo entre Egotrips y Shows musicales.

En el primer trimestre del año, el 55% de la población quedó inmerso en la pobreza, el nivel más alto desde 2002. Las cifras presentadas en el último informe del Observatorio de Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) consigna además que la tasa de indigencia alcanzó el 18 %, y que el pico de deterioro ocurrió en febrero.

Según explicó el director del ODSA-UCA, Agustín Salvia, con el shock de precios, producto de la devaluación y de la consecuente caída de los ingresos reales en diciembre y enero, se produjo un fuerte aumento de la pobreza, la cual habría llegado a un pico de 58% en febrero.

“A partir de dicho mes deviene una caída de la inflación y empieza a haber mejoras en las remuneraciones, incluso actualizaciones en los haberes jubilatorios y en los programas sociales. Esto hizo que la pobreza se estabilice en torno al 54% y 55% en el primer trimestre. En abril y mayo cayó levemente, pero de manera muy heterogénea”, completó.

El análisis que acompaña a los datos es francamente demoledor. “En realidad el mayor problema ahora tiene que ver con la indigencia, porque la duplicación de la Asignación Universal por Hijo (AUH), la Tarjeta Alimentar y el plan de los 1.000 días es una compensación al aumento de la inflación y en un contexto de caída del nivel de actividad y de mucha recesión los sectores informales, los cuentapropistas, autónomos y pequeñas empresas familiares o microemprendedores locales ven reducido su nivel de trabajo y la cantidad de horas trabajadas, lo cual baja su remuneración. En este sentido, la indigencia habría llegado al 18% de la población en los primeros tres meses del año”.

Salvia precisó que el peor drama es el de la indigencia, ya que “se estabiliza el nivel de pobreza, incluso esta tiende a bajar a partir de que los sectores formales van recuperando sus ingresos, pero la situación se agrava en los sectores informales más pobres, en donde la asistencia social ya no alcanza y la reducción del nivel de trabajo produce un desgaste en los ingresos corrientes que hace que esos hogares que ya estaban bajo la línea de pobreza caigan en situación de indigencia”.

Asimismo explicó que “Estos niveles probablemente hayan sido quizás los más graves y hacia adelante, una eventual mayor caída de la inflación haría que devenga un proceso de mejora junto a una recuperación de la actividad. Es más fácil que bajen los niveles de pobreza que los de indigencia en ese contexto, aunque llegar a los niveles que teníamos antes de la devaluación es todavía una meta bastante distante”.

Pero este escenario no es el único que presenta Salvia, ya que admitió que si con la recesión se produce un shock de desempleo por el cierre de establecimientos de pequeñas y medianas empresas, se agravarían tanto la pobreza como la indigencia.

Este último, justamente, es el panorama que anticipan economistas de todo signo –y, en particular, los liberales ortodoxos más reconocidos-, cuyas críticas desesperan al presidente standupista Javier Milei, quien, desentendiéndose de la realidad, sólo se preocupa de la virtualidad y del rebote que puedan llegar a tener esas opiniones adversas.

Al fin y al cabo, no concibe su responsabilidad sino como una puesta en escena que le permita proyectarse al escenario reaccionario internacional. Los costos de este objetivo lo estamos pagando la mayoría de los argentinos y, sobre todo, ese 55% de pobres y 18 de indigentes que son el descarte de un proyecto que, con el discurso de la libertad de mercado, profundiza todas las herramientas de intervencionismo estatal cuando de enajenar los recursos de las clases subalternas se trata.