Varios años atrás, en su libro Homo Videns. La sociedad teledirigida, Giovanni Sartori no sólo reafirmaba la victoria de una videopolítica que había destruido los límites entre la política y la ficción, sino que también anunciaba la instalación de una nueva Edad Media, en la que las imágenes reemplazaban, con impacto letal, al discurso racional. La multiplicación exponencial de información que posibilitó internet, sumada a la declinación de la educación en todo el mundo, convertían a las grandes mayorías planetarias en masas informes, desarticuladas y fácilmente manipulables. La potencialidad y la capacidad de sintetizar un mensaje, de entronizar un concepto, que tienen las imágenes coloca en posición pasiva a los seres humanos, que absorben discursos, consignas e interpretaciones del mundo y de su destino como analfabetos medievales: aquellos lo hacían a través de vitreaux y grabados en las iglesias y lugares públicos, éstos a través de los multimedia.
Analfabetos instrumentales capaces de realizar sencillas operaciones a través de móviles y pantallas se limitan a tomar partido por opciones totalizadoras, despojados de toda capacidad de ejercer el pensamiento crítico o generar contenidos o explicaciones originales. La dictadura de los celulares y de la inteligencia artificial, que no llegó a conocer en su madurez actual Sartori –quien falleció en 2017-, ha convertido a los humanos en la masa de maniobra de sociedades teledirigidas, en las que ellos mismo se convierten en factores multiplicadores de las cadenas mentales que se les han impuesto.
La revolución de la razón impulsada por el iluminismo en el Siglo XVII ha sido derrotada por una lógica críptica, en la que la realidad parece no importar y las falacias y afirmaciones sin sustento alguno se imponen al discernimiento público mediante simples operaciones mediáticas. Esto no sólo ha conseguido acabar, o poner al borde del abismo, a los tradicionales partidos de masas y a la política como actividad transformadora, sino que ha terminado de reducir a la mayoría de los humanos en insectos sin capacidad de reflexión ni de discernimiento, que responden a una lógica binaria sin matices ni sustento material alguno.
Bolsonaro, Zelinsky, Trump, Milei y muchos más han sido algunos de los principales emergentes de esta nueva forma de hacer política basada en la negación de la política, la condena a la negociación, el desconocimiento de las leyes y del espíritu republicano y democrático, ante los cuales se han inclinado las fuerzas políticas tradicionales, que pasivamente experimentaron la ruptura de todo vínculo de empatía con la sociedad, para encerrarse en un microclima que sólo permite confirmar los interesados diagnósticos de “casta” que se instalaron sobre ellas.
Durante el primer años de gestión, LLA ha sabido explotar con maestría la nueva matriz del sentido común, sustentada sobre las falacias, el engaño y la manipulación de datos, de hechos y de procesos históricos. No es una novedad, ya que esa táctica fue, precisamente, la que le permitió escalar posiciones a Javier Milei para llegar a la presidencia de la Nación. Pese a los pronósticos negativos, no ha perdido su capacidad para convencer a más de la mitad de la población de las supuestas bondades de una política que la condena al empobrecimiento constante y el desempleo, o a celebrar el manifiesto atraso cambiario que conlleva la transferencia de recursos, la fuga de divisas, o la destrucción de la economía, el empleo y la industria nacionales
En un posteo de X, un ignoto usurario, @Rino, celebra la humildad de Karina Milei y de Martín Menem en los siguientes términos, que subtitulan una desacartonada foto tomada en un aeropuerto: “Por un lado, Karina Milei, el arquitecto de la llegada de @JMilei a casa rosada, quien le armó un partido al Presidente en tiempo récord. Por otro lado, Martin Menem, el que viene de anunciar que Diputados le devolverá 7000 millones de pesos al Ministerio de Economía, que corresponden a Recortes de Privilegio. Así esperaban un vuelo atrasado, esta foto representa la simpleza y el predicar con el ejemplo. MI GOBIERNO”
Rino se convierte así en factor multiplicador de la propaganda oficial, apelando a una serie de lugares comunes en el discurso libertario, pero no por ello menos falaces. Fue Santiago Caputo, y no Karina Milei, el principal responsable de llevar a Javier Milei a la presidencia; Martín Menem devolverá 7000 millones que adjudica a “privilegios”, pero nada dice de los $ 20.000 millones que la SIDE no devolvió tras la negativa del Congreso de aprobarle los $ 100-000 millones que exigía el Mago del Kremlin, y que se sospecha que fueron aplicaros a acercar voluntades como la de Edgardo Kueider –y tantos otros- al campamento oficialista. Sin embargo, omite analizar toda responsabilidad de Martín Menem en la aprobación de la Ley Bases –manifiestamente inconstitucional-, el saqueo de los jubilados o la condena a la muerte por inanición de las universidades públicas.
El posteo apunta así a destacar una cualidad, la humildad, que opone al tradicional privilegio de casta, privilegiando un pretendido aspecto moral por sobre las consecuencias de las políticas aplicadas. Justamente esta inversión de la lógica de la política analizada por Nicolás Maquiavelo en el Siglo XV –la política y la moral responden a lógicas diferenciadas- es el punto crítico de la videopolítca: pretende obtener resultados políticos e institucionales de la instalación de una pretendida supremacía moral, tapando con ese árbol el bosque de las consecuencias concretas de las acciones políticas.
Mientras siga imperando la sociedad teledirigida, con su comparsa de intervenciones compuesta por medios tradicionales –generosamente regados con fondos oficiales-, aplicaciones e imágenes engañosas, el proceso de concentración de la riqueza y de devaluación de las instituciones y los valores democráticos y republicanos está asegurado. Los analfabetos instrumentales son su caldo de cultivo. Mientras que los intelectuales y las fuerzas políticas no sean capaces de diagnosticar adecuadamente la situación y aggiornarse a las nuevas estructuras sociales y mentales, el retroceso no tendrá red de contención.