En el acto de Apertura de Sesiones Legislativas 2024, todo salió de maravillas para Javier Milei. Empezando por la transmisión, la más manipuladora y amañada de nuestra historia, en la que sólo se mostraban al presidente y a quienes convalidaban y vivaban sus palabras, componiendo una sensación de unanimidad que eliminaba todo gesto o actitud de crítica, tanto dentro del recinto como afuera, donde la multitud que se dio cita para repudiarlo fue invisibilizada.
Después estuvo el acting y el discurso, al que podría segmentarse en dos tramos: El primero, largo y agresivo, tomando como eje el remanido ítem de la “casta” como responsable de todos nuestros males presentes y futuros. Un nuevo discurso de campaña a dos meses y medio de su asunción, que pasó por alto todas las consecuencias sociales y económicas de su gestión. Para Milei todo lo malo, incluso la catástrofe humanitaria que él mismo provocó, debe asociarse con el pasado, aunque esta vez modificó su visión, ya que ese pasado nefasto quedó asociado al kirchnerismo y al sindicalismo. Salvo por este significativo giro, no fue muy diferente al del 10 de diciembre, sólo que esta vez habló de frente a legisladores y autoridades, en lugar de salir a las escalinatas del Congreso para darles la espalda.
El segundo tramo, mucho más breve, estuvo dedicado al futuro. Allí modificó su tono para convocar a los gobernadores a un nuevo trato social, aunque en ningún momento declinó en su característica lógica del chantaje; ese acuerdo sólo sería posible previa rendición incondicional, con aprobación incluida de todos los capítulos de la Ley Ómnibus, y de las iniciativas que el gobierno seguirá enviando al Congreso. La típica estructura del abusador, que pretende imponer a las víctimas la convicción de que lo que les sucede es su culpa, y que todo el daño psíquico y físico que se les impone es por su propio bien.
Claro está que contaba con un público que, en buena medida, estaba dispuesto a bendecir el chantaje y el abuso: los gobernadores de JxC –“Nacho” Torres incluído-; los legisladores de su propia fuerza, junto con los del PRO y buena parte de los “colaboracionistas”. A la postre, los únicos que aparecieron registrados por las cámaras.
Milei propuso un decálogo para el nuevo trato que consistió en un Copypage del Consenso de Washington. Destacó el equilibrio fiscal, la baja de impuestos, la actualización de la legislación laboral, la promoción de la explotación de los recursos de las provincias y la restricción en los gastos del Estado.
¿Cuáles fueron las noticias positivas para las víctimas de las políticas de Milei? Ninguna. Trabajadores, jubilados, pobres e indigentes caídos en la pobreza y la indigencia no fueron, ni serán, tenidos en cuenta. Tácitamente expresó que “sobran”, y que su condición actual es culpa de la “casta” y no de la gestión actual.
Un Milei que se regodea con el ejercicio del poder de manera morbosa encuentra su caldo de cultivo en una sociedad cada vez más empobrecida, divorciada de la política y sin expectativa alguna por su futuro. A esto se suma una porción significativa de esa “casta” política dispuesta a negociar lo que sea con tal de conservar sus privilegios, aunque sea en parte. Para ellos sólo cabe el chantaje: aprobación de la Ley Ómnibus a cambio de recursos materiales, como paso previo para la firma del Pacto de Mayo, que no será puesto a consideración, sino impuesto por voluntad omnímoda. Milei no negocia, impone, tras desgastar física y psicológicamente a los más débiles. Una patología propia de un psicópata que seguirá avanzando gracias a la disposición de los genuflexos, y que sólo retrocede ante el límite real que consigan imponerle aquellos a los que pretende someter.
La elección de Córdoba como escenario para la firma del Pacto de Mayo no es azarosa. Es la cuna de JxC y el epicentro de sus principales victorias electorales. Su pelea con el gobernador Llaryola y con su antecesor, Juan Schiaretti, la convierten en el lugar ideal para proclamar la victoria del unitarismo contra el provincialismo, ya sea por imposición o por negociación.
Milei sabe que no puede gobernar con los gobernadores en su contra, pero que muchos de éstos pueden cambiar drásticamente de actitud por unas pocas monedas. Lo mismo pasa con los legisladores y con muchos dirigentes sindicales. Menem lo hizo.
Por la manipulación goebelsliana de la transmisión, el acto de Apertura de Sesiones fue, en realidad, un evento de refundación del oficialismo. Los que quedaron afuera fueron convertidos en desaparecidos, borrados de la escena. Sin embargo, existen otros escenarios –fundamentalmente la calle- en los que se debatirá el futuro de un gobierno de ocupación y de la Patria en su conjunto. De la templanza y determinación de la dirigencia nacional dependerá si consiguen convertir la catástrofe social en un proyecto político superador y de relanzamiento de la Argentina, o si deberemos contentaros con sobrevivir, mientras podamos, en medio de la paz de los cementerios.